LA actual portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Barbate y asesora en la Diputación, María Dolores Varo ("porque aquí, porque aquí, tós nos llamamos Varo" que cantaban "La pequeña Melody y sus secuestradores") criticaba el otro día que el alcalde de su pueblo hubiera contratado a dos asesores. El refranero español está lleno de frases del tipo "la sartén le dijo al cazo…" y otras por el estilo que refrendan la paradoja consistente en beneficiarse de aquello que se critica. Según el profesor Gay de Liébana la política es una industria que le cuesta al erario unos 25 mil millones de euros al año, me parece una cifra muy alta que debería ser detallada pero que al final viene a confirmar la teoría de las élites extractivas de rentas, el grupo, cada vez más numeroso, de personas que viven de la política. Cualquier podía pensar que cuando llegaron los nuevos partidos, Vox, Ciudadanos y Podemos, iban a acabar con estas prácticas, venían a traer aire fresco a la corrompida política española. Nada más equivocado: se han sentado a la mesa y han pedido la ración del pastel que les corresponde en forma de subvenciones, asesores y privilegios, cerrando la puerta a toda forma democrática como bien ha expuesto el concejal de Vox de Sanlúcar que en su ingenuidad pensaba que se iban a respetar las formas en la elección del coordinador provincial. Hay que ser ingenuo para pretender que un partido que rechaza el sistema democrático actúe de manera abierta y transparente, no lo hacen los que dicen defender la Constitución o los que venían a acabar con la casta, cómo lo iba a hacer el que defiende la Dictadura. Se ve que todavía quedan ilusos en el mundo. Podemos no solo ha conseguido que su núcleo dirigente mejore sus propias condiciones de vida, sino que es una industria en sí mismo, bien sea en su forma galapagarguiana o en su mutación anticapi. Unos con 1.800 euros repartidos entre muchos camaradas y otros con salarios más altos, pero todos al fin y al cabo han pasado de activistas a liberados. Lo mismo podríamos decir de Ciudadanos, que cuando se formó en Barcelona por un grupo de intelectuales parecía que iba a ser algo distinto, luego han llenado las instituciones donde gobiernan de incapaces tipo el relojero de Sanlúcar. Cargos, carguetes y carguitos de lo que los finos llaman "la formación naranja" parasitan las instituciones con peores prácticas que los partidos tradicionales. En Educación un tal Miguel Andreu, especie de Mister Chance, sin más trayectoria que la adhesión al mando, desarrolla su gris labor rodeado de incompetentes, pelotas, corifeos y turiferarios. Como diría un amigo: esta es la esencia del cualquierismo, cualquiera vale.

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