Cosas sorprendentes del verano, por orden: 1. El calor ( la caló) 2. La playa 3. Las terrazas hasta las tantas 4. Las cucarachas, los grillos y las ratas 5. Las indumentarias mamarrachas 6. Las fiestas de blanco 7. El croquet. Ignacio Casas ha tenido a bien mostrarnos estas dos últimas de una sola vez: un campeonato de croquet donde todo el mundo iba de blanco, muchos de ellos con gorro. Desconozco las reglas de este juego pero, vista la edad de los participantes, no debe ser muy exigente en el plano físico. No hace falta que Pepe Losada diseñe un plan de entrenamiento específico para adquirir el estado de forma necesario para practicarlo con algún éxito. Por otra parte veo que es un juego mixto. No sé si hay paridad, si hay cuotas, si es igualitario o si se exige una marca más baja a las mujeres como ocurre en el acceso a la policía y los bomberos (¿cuándo acabará el Gobierno con esta flagrante discriminación?). Al parecer hay que jugarlo vestido de blanco y consiste en una maza con la que se golpea unas bolas. Debe ser divertido, no lo dudo. Supongo que no hay choques, ni tackles, ni presión tras pérdida, ni achique de espacios. Observo también que es un endemismo de Vistahermosa. De la misma manera que en Sotogrande se juega al polo y en el Novo al golf, a los veraneantes en El Puerto (madrileños y jerezanos en su mayoría) les ha dado por el croquet que, según dicen, es una costumbre de la campiña inglesa. Yo soy más de Griffa, Arteche y el Faraón Godín, si les soy a ustedes sincero: de una vulgaridad que asusta. No concibo un sábado por la mañana sin unas carreras y unos gritos sobre un terreno cubierto de césped. Como dijo Víctor Manuel: si el cielo existe es una pradera, 22 personas y un balón. O como escribió Tierno Galván: 22 esforzados tras un trozo de cuero. Desde que en la Fremason's Tavern de Londres se fijaran las reglas del balompié hasta hoy, 150 años después, resulta imbatible como diversión. En cualquier lugar del mundo hay un grupo de niños con una pelota y los que no somos tan niños haciendo como si lo fuéramos. Pero tiene que haber gente pa tó, que dijo Joselito el Gallo cuando le presentaron a Ortega y Gasset. No vamos a ser menos que el torero sorprendido ante el filósofo, por lo que hay que comprender que la gente se divierta de manera diferente. En este caso sin sudar, sin esforzarse, sin riesgo físico, sin pasar calor, con equipos mixtos, vestidos de un blanco impoluto y tocados con sombrero de jipijapa y similares. De las guayaberas hablamos otro día.

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