El Pinsapar

Enrique Montiel

Crónica negra

NO sé si todavía estamos bajo la euforia volátil del éxito, si hubo otro éxito. Cuando escribo no ha empezado el partido. La emoción, la alegría por el triunfo, las banderas en los balcones (el descubrimiento de España, una España para todos, la única España posible, gracias a la Selección) no apagan el grito de dolor de una familia gaditana ni borran el estupor de otra vejeriega. De esta última quisiera hablar ahora con la prudencia que recomienda la fiscal jefe de la Audiencia Provincial, Ángeles Ayuso. Porque han pasado 19 años, el tiempo que media entre el momento de la inhumación del cadáver de un hijo recién nacido y la exhumación, por traslado a otro cementerio de los restos, de un ataúd vacío.

La sola lectura nos deja sin respiración. Volvemos a leer por si algo nos hemos saltado, o no hemos leído bien, pero no, es exactamente así. El hijo murió (eso dijeron a la familia) en un hospital gaditano y fue llevado al cementerio de la ciudad sin que nadie de la familia viera su cadáver. 19 años después no había restos ninguno, no había habido cadáver durante todo este tiempo. Ante un hecho así, un golpe así, ¿qué hacer? Lo primero, pensar en positivo, pensar que el niño no murió, y vive. Si vive queda posibilidad de encontrarlo y encontrar, de camino, a los canallas que hicieron esa inhumanidad. Pero también, ¿cuántas manos hacen falta para hacer desaparecer un niño recién nacido? ¿No se puede reconstruir el día? ¿No hay un rastro? Puede que haya prescrito el delito pero eso no implica que haya desaparecido el indicio ni se pueda realizar una investigación que dé respuesta a la angustia insoportable de quienes tuvieron un hijo y lo llevaron al cementerio creyendo que había muerto, sin mirar su cadáver por consejo, para 19 años después descubrir, por azar, que nada había en el ataúd blanco que se llevó también un buen trozo de sus corazones de padres.

La fiscal jefe, Ángeles Ayuso, ha recomendado prudencia. No sobre éste, sobre los cuatro casos que, al parecer, se están investigando en la Fiscalía por desaparición de recién nacidos. Verdaderamente inverosímil nos parece todo este asunto, esta crónica negra. Nuestro estupor, por la cercanía, es superior, muy superior, al que sentíamos cuando leíamos Semmelwis, de Celine. "La historia de la humanidad es una calamidad sangrienta plagada de guerras sin sentido. La felicidad es una ilusión y lo único permanente es el dolor", escribió Sánchez Bravo acerca de este libro y el mundo en él descrito. Tan permanente debe haber sido ese dolor, tras 19 años de dolor, que ahora se multiplican sus efectos devastadores. Sobre las incertidumbres, las dudas, las derrotas de la vida. Ojalá que la prudencia dé sus frutos, haya justicia en esta vida.

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