Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Crisis y humo

SEGÚN la sintética tesis (a medio camino entre la filosofía y la física de partículas) que se ha impuesto con notable éxito para explicar la composición elemental de España, la realidad está formada exclusivamente por dos circunstancias primordiales, la crisis y la cortina de humo. La primera, aunque compleja y llena de resortes misteriosos, es fácilmente perceptible por cualquier individuo que coma, vista, use los servicios públicos y deba responder a un crédito. La segunda, en cambio, aunque evidente, requiere cierta capacidad para el pensamiento abstracto.

La cortina de humo es una densa pantalla levantada por Zapatero precisamente para que no veamos los efectos de la crisis o, al menos, para amortiguar sus duras y cortantes aristas. Según esta teoría, la cortina de humo es una masa de vapor muy apelmazada formada por todas las iniciativas planteadas por el Gobierno que no guardan relación estricta con la crisis: la nueva ley del aborto, la de la muerte digna, la del suicidio asistido, la subida de las pensiones mínimas e incluso la iniciativa ¡de Garzón! para elaborar el censo de los desaparecidos del franquismo.

La cortina de humo suele ser un elemento subrepticio que usan los gobiernos para desviar insensiblemente el interés de los ciudadanos hacia los asuntos que comprometen menos su responsabilidad política. Sin embargo, en este caso, no hay un solo español que no sea consciente de que la realidad es sólo crisis o humo. Cualquier iniciativa que no esté vinculada con la depresión económica en cuanto entra en contacto con la atmósfera se transforma en una sospechosa masa gaseosa. Mariano Rajoy es el principal valedor de esta teoría de los dos elementos. O Zapatero se enfanga con la crisis, trata inútilmente de frenarla y perece en ella o se dedica a engordar el evidentísimo trampantojo de la muralla de humo.

Se trata, desde luego, de un destino angustioso y, como todas las teorías sinópticas, con un fondo embaucador y obsesivo. Lo curioso es que Zapatero, a pesar de lo extendido de la teoría, siga, en apariencia, contribuyendo a engordar la famosa cortina con ideas extravagantes o a destiempo (proponer en estas abrumadoras circunstancias una comisión para estudiar el suicidio asistido más que humo oscuro parece humor negro). El riesgo de Rajoy no es menos pintoresco. Su insistencia monocorde en que cualquier proposición del Gobierno que no sea reconocer su incapacidad para frenar la crisis internacional es humo y sólo humo no deja de ser, en el fondo, una segunda cortina de humo para que no descubramos su manifiesto desinterés por las políticas sociales.

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