Libre directo

José Pettenghi Lachambre

Creer en los cuentos

TE crees que eres clase media porque no trabajas con un pico y una pala. Y un privilegiado sólo porque hiciste un crucero por el Mediterráneo y que te empeñas en contar a todo el mundo.

 

Mírate, dándotelas de gourmet y sabes de gastronomía lo que un sargento de cocina. Pasaste del gazpacho al carpaccio sin etapas. Y vas por ahí de entendido en vinos, diciendo que un vino huele a cosas estrafalarias, como a monte bajo, a maderas de oriente o a perdiz dormida. Chorradas, y tú lo sabes, pero dicen que eso da prestigio social.

Tú, con tu peluco gordo en la muñeca, con cronómetro, barómetro y psicrómetro, no tienes ni el DNI a tu nombre. Tú que crees que has visto las nubes por arriba y por abajo, tú que te crees un afortunado porque tu catálogo de desgracias va envuelto en el caramelo del conformismo, piensa un poco y admite que eres clase obrera, que sigues siendo clase obrera, pero sin conciencia obrera. Sí, eres uno de aquellos patitos que parió el thatcherismo y que siguen a cualquier cosa que se mueva. Lo que antiguamente era una persona y ahora apenas es un cliente.

 

Eres lo más moldeable y menos peligroso que existe para los poderosos. Espera, que te hago su retrato robot: tiene las orejas de Berlusconi, la mandíbula pétrea de Bárcenas, la amortajada sonrisa de Merkel, los ojillos de Mario Draghi y la calva iluminada de Montoro.

 

La zurrapa que dejó aquí el dichoso thatcherismo te convenció de que la cultura no es más que entretenimiento y que la formación de las personas, los valores cívicos, el espíritu crítico, la reflexión, la rebeldía, la duda… son cosas de rojos. Te lo creíste a pies juntillas y prefieres gritar goooool los domingos y llevar a tus niños a un colegio de monjas. Pues bien, ya eres carne de cañón para la ley de las tres erres: primero recortes, después rescate y por último rendición.

 

Pobre iluso. Anda Ceniciento, vuelve a casa antes de que tu coche de diecinuevemilquinien se convierta en una calabaza. No te dejes ningún zapato por el camino que, créeme, no está la cosa como para ir perdiendo zapatos.

Ah, y deja de votar a tus verdugos.

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