Tribuna libre

José Mª García León / Historiador

Costa Rica en las Cortes de Cádiz

Los territorios americanos pertenecientes a España estuvieron representados en las Cortes de Cádiz por un total de 67 diputados, de los cuales tres pertenecían a las islas Filipinas. La mayoría de estos diputados guardaron un difícil equilibrio entre su fidelidad a la Metrópoli , de un lado, y los conatos independentistas de muchas de las provincias a las que representaban, por otro.

De entre ellos hubo brillantes personalidades, algunos de los cuales ocuparon, incluso, la Presidencia de las Cortes. Tal fue el caso de uno de los diputados más sobresalientes como fue Florencio del Castillo, diputado por Costa Rica (Capitanía General de Guatemala) en aquella Asamblea. Nacido en Ujarrás de Cartago en 1778, fue ordenado sacerdote a los veinticuatro años, dedicándose tanto a la docencia como a su labor pastoral. Elegido diputado en 1810, gran parte de su labor parlamentaria estuvo destinada a procurar el mayor número de mejoras posibles para Costa Rica y a la constante preocupación por la cuestión social, preferentemente a favor de los indios y de las castas más desfavorecidas. Así pues, defendió la igualdad de derechos de aquellos, no distinguiendo, en su condición de sacerdote, las diferencias entre sus necesidades espirituales y materiales. En consecuencia, solicitó para ellos no solo un reparto más equitativo de tierras, sino unas mejores condiciones de trabajo y de vida, así como una mejor educación y una rebaja progresiva de los impuestos que pagaban. Respecto a las castas, a las que consideraba como la clase más productiva y más útil, insistió en su españolidad, dado que eran españoles que habían nacido en territorio hispano y que vivían en él. Pidió, incluso, que fueran admitidos en las Universidades, monasterios y en todas las corporaciones locales y provinciales.

Junto con otros diputados hispanoamericanos, pidió mayor autonomía para los municipios, denunciando las constantes injerencias en ellos de los gobernadores. Presidente de las Cortes en 1813, fue uno de los firmantes de la Constitución, viviendo en Cádiz en la plaza de Puerto Chico núm. 98. Volvió a ser diputado en las Cortes Ordinarias y, tras la clausura de las mismas, viajó a Méjico como canónigo de la iglesia de Oaxaca. Perteneciente a la Cátedra de Derecho Público, formó parte, como representante por Costa Rica, del I Congreso Constituyente del Imperio Mejicano, convocado por Agustín Iturbide. Murió en Oaxaca en 1834.

En todas las opiniones vertidas sobre su persona se destacan la claridad y energía de sus discursos, así como la austeridad de sus costumbres y la rectitud de su conducta. Fernández Guardia se lamenta, incluso, de que todavía en Costa Rica, su patria, no haya tenido su figura la divulgación y el reconocimiento debidos a uno de sus grandes hombres. Sus discursos, según el gaditano Rafael de Labra, eran de los más sobresalientes del grupo americano y José Belda nos dice que hoy se leen como piezas maestras, sobre todo, los relativos a las cuestiones de libertad de los indios, respecto de los cuales, su campaña fue decisiva con gran honor para España.

Con ocasión de la celebración del I Centenario de las Cortes de Cádiz, su nombre aparece en una placa de mármol, colocada en una fachada lateral de la Iglesia de San Felipe. En 1925 se publicaron sus Obras Completas y el 13 de marzo de 1972, por acuerdo de la Asamblea Legislativa de su país fue declarado Benemérito de la Patria

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