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Cosificados

En un mundo de robots, los humanos tendremos que cobrar por todas nuestras actividades para sobrevivir

En medio de una asamblea de Facultad, hace siglos, un estudiante se levantó y dijo muy serio: "Estamos cosificados. Vivimos cosificados. Es intolerable."

Todos nos pusimos a aplaudir entusiasmados, sin tener muy claro qué era aquello de vivir "cosificados". La palabra era muy nueva entonces. Pero a los pocos días, un profesor de literatura volvió a sacarla en una clase sobre el Quijote: "Don Quijote y Sancho viven cosificados por la reificación alienante propia del capitalismo incipiente del Antiguo Régimen."

Nadie entendió una palabra, pero todos lo apuntamos en nuestras notas de clase. Y a su debido tiempo, alguien -quizá yo mismo- escribió entusiasmado en un examen: "Don Quijote y Sancho viven reificados por la capitalización alienante propia de la Edad Incipiente", cosa que nos permitió ganarnos un notable y quizá una recomendación para una beca. Por supuesto, nadie sabía qué era la reificación ni la capitalización alienante ni la Edad Incipiente -y menos que nadie, el profesor mismo-, pero todo sonaba al lenguaje de moda en aquella época, aquel chapapote conceptual que mezclaba marxismo y filosofía y psicoanálisis, y cuanto más confuso e incomprensible, mucho mejor.

Uno creía que esta palabrería ya no se usaba, pero hace poco oí a alguien protestando contra la "cosificación" de las azafatas de las carreras de Fórmula 1. A mí, las carreras de coches me parecen uno de los espectáculos más estúpidos que ha inventado la humanidad, pero no sé por qué están cosificadas las azafatas en minifalda, y en cambio no lo están los modelos masculinos que salen en calzoncillos. Ya sé que el uso que se hace de las azafatas es humillante -visto en abstracto, claro-, pero quizá haya azafatas que hagan ese trabajo para pagarse una licenciatura o un viaje, sin sentirse especialmente cosificadas ni nada por el estilo. En realidad, si vamos a eso, todos vivimos cosificados porque todos hemos sido convertidos en mercancías. Y las distopías del futuro ya nos avisan de que en un mundo de robots, los humanos tendremos que cobrar por todas nuestras actividades: besar, decir "te quiero", llorar en un funeral. Sí, viviremos "cosificados" como decía aquel estudiante taciturno, y en cierta medida ya lo estamos todos. Pero mientras tanto, ¿no sería mejor tomarse las cosas sin ningún espíritu inquisitorial?

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