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Crónica Personal

Pilar / cernuda

Corinna

DE nada ha valido que durante varios años se instalara un muro de discreción a su alrededor, ella misma se ha ocupado de tener protagonismo, dar la versión de los hechos que le interesaba. Se contaba por Madrid que abría puertas al Rey y a empresas españolas para hacer negocios en países árabes. Era más bien lo contrario. Cuando el grave episodio de Botsuana la relegó al ostracismo porque don Juan Carlos se dio cuenta de que había puesto en riesgo el prestigio de la Corona -pidió perdón, hay que recordarlo-, la princesa que no es princesa perdió importantes clientes, y no ha tardado en hacerse entrevistar para explicar que se mueve en los más altos niveles de los círculos internacionales. No debería ser tanto el nivel cuando se quedó a dos velas, o casi, cuando acabó el padrinazgo real. Que previsiblemente no recuperará tras esta operación de imagen en la que al elegir determinada revista para aparecer en portada daba a entender que contaba con el visto bueno previo del Rey. Al contrario.

Lo que debería ser un asunto privado lo han elevado a cuestión de Estado el caso Urdangarín y el empeño en Corinna Su en colocarse en un primer plano que le es indispensable para sus negocios. El día 19, el director del CNI tendrá que informar en el Congreso sobre los datos que manejan los servicios de Inteligencia sobre el trabajo de intermediación que, según declara Corinna, ha realizado para el Gobierno español. El general Sanz Roldán dará cuenta de ese supuesto trabajo, pero con toda seguridad dirá, sin faltar a la verdad, que la princesa que no es princesa no ha realizado ninguno. Pero es evidente, aunque no lo explicará el director del CNI, que sí ha logrado importantes contactos al formar parte del séquito del Rey en algunos viajes internacionales, contactos que ha utilizado con inteligencia para sus propias empresas. En cuanto a que haya sido controlada por el CNI, es lógico pensar que así haya sido: que los servicios de información se quedaran cruzados de brazos ante una persona que entra a formar parte del círculo del Rey, o del presidente de Gobierno, sería impensable. Pero conviene recordar que para cualquier tipo de iniciativa que afecte a los derechos individuales de las personas, el CNI está obligado a contar con la autorización del juez adscrito al Centro desde que se aprobó la ley del CNI, un juez que debe ser magistrado del Supremo. Saltarse ese trámite supondría hacer saltar por los aires la cúpula del CNI.

Lo que no se puede admitir es el juego que ha puesto en marcha, el de la insinuación. Porque huele, de lejos, a chantaje.

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