CÓRDOBA se acercó el jueves por la tarde a su sueño de convertirse en capital cultural de Europa en el año 2016. El comité de preselección, compuesto a medias por representantes de la UE y del Ministerio de Cultura, realizó la primera criba entre las ciudades españolas aspirantes y seleccionó a seis de las candidatas: Córdoba, Burgos, Las Palmas, San Sebastián, Segovia y Zaragoza. A mediados del año próximo se decidirá quién es la ganadora, y el trabajo consiste en conseguir que lo sea la capital cordobesa. Es un trabajo colectivo. No implica solamente a la sociedad cordobesa, sus instituciones y autoridades, auténtico motor hasta ahora de un proyecto que nació ya en 2002, que ha logrado la adhesión individual de 135.000 personas y que ha despertado la ilusión generalizada de los cordobeses. Desde el momento en que Córdoba ha sido preseleccionada y que la otra candidata andaluza, Málaga, ha quedado descartada en esta ocasión, no cabe más que la transformación de la candidatura cordobesa en candidatura andaluza. Córdoba es, desde ahora, la propuesta de Andalucía a la Capitalidad Europea de la Cultura en 2016. Así lo han entendido el alcalde de la ciudad, Andrés Ocaña, quien ha subrayado su voluntad de imprimir a la nominación cordobesa y a su organización un sesgo regional, y el de Málaga, Francisco de la Torre, que en un gesto que le honra ha mostrado su apoyo a la coyunturalmente ciudad rival, pero hermana por tantos conceptos. Y así debe entenderlo toda Andalucía, empezando por la Junta, su máxima institución de autogobierno, que habrá de volcarse en defensa e impulso de Córdoba 2016. Los ocho años transcurridos desde que se lanzó la idea han logrado ya no sólo revitalizar el panorama cultural de la capital, sino también crear un sueño colectivo y articular un proyecto con el que los cordobeses se han sentido plenamente identificados. Hace falta, ahora, que los andaluces de todas partes sean partícipes de este sueño y este proyecto y, con sus instituciones al frente, sean capaces de hacerlos propios, consolidarlos, difundirlos e impulsarlos a todos los niveles. En realidad, el trabajo duro empieza ahora. Hay que superar a cinco ciudades españolas que buscan el mismo blasón de representar a la Europa de la cultura dentro de seis años, pero carecen de la historia, la tradición y la proyección de Córdoba. Hay que hacer realidad el sueño.

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