Por fin en el Cádiz se deja de hablar de mañana y se empieza a hablar de hoy. Después de días de desesperanza e incertidumbre, el equipo amarillo comienza a tomar forma. El culebrón del principio del verano acabó ayer con el desembarco de Quique Pina y su equipo. Una nueva era, un cambio de rumbo o un golpe de timón. Cualquiera de estas expresiones sirve para explicar qué va a pasar a partir de hoy en la entidad cadista.

La conclusión más evidente de lo que sucedió ayer es que a partir de ahora se va a empezar a hablar claro detrás de una etapa de demasiado oscurantismo. Pina, hombre de fútbol, no creo que aparezca por Cádiz para ser una marioneta a manos de Antonio Muñoz, que, pese a muchos, sigue con la titularidad de la mayoría del paquete accionarial.

El ahora presidente del Granada ha pedido en su primer día el apoyo de la afición, condición sine qua nom para hacerse con la propiedad del club. De todo esto, mi principal duda es qué hará con el Granada. ¿Se deshará del equipo de la Alhambra? ¿Pasará a manos de los Pozzo? ¿Lo dejará abandonado a su suerte? La verdad es que todo lo que ha hecho Pina en el equipo blanquirrojo ha sido capaz de convertirlo en oro.

Otra verdad es que el nombre de Quique Pina también apareció cuando el Cádiz estuvo en venta y, sin embargo, Muñoz y la alcaldesa se decidieron por la opción de Baldasano por ¿amiguismo?. La historia de la posterior huida la conocen bien, ya sea por cobardía o por el verdadero estado lamentable de las cuentas del Cádiz.

La única gran verdad es que Quique Pina tiene a su disposición una inmensa cartera de jugadores a través de su relación con el Udinese. No creo que traiga a futbolistas cojos al Carranza, sino que para ellos será esta temporada un escaparate de cara a mejorar en sus aspiraciones. Sin embargo, para el Cádiz, el objetivo ha quedado muy claro: quedar primero en la liga regular y ascender. Otra cosa sería volver al pasado.