Vivimos una época de desenfreno gastronómico. Es rara la semana en la que no abre en Cádiz un bar o un restaurante. Comer en la calle se ha puesto de moda y cada vez tenemos más 'rollazo' cuando hablamos de las cosas de comer. A la vez, como paradoja, también están de moda los gimnasios, esos lugares de sufrimiento a los que van a flagelarse muchos de los que frecuentan los establecimientos hosteleros antes mencionados. Como dice un buen amigo mío, "yo voy al gimnasio para poder seguir comiendo lo que se me antoje". Yo, qué quieren que les diga, tampoco veo reflejada la proliferación de gimnasios en los cuerpos, en general, de los gaditanos. Por lo tanto, la tentación de tanta oferta culinaria le está ganando la partida a la 'obligatoriedad' de machacarse el cuerpo. Mientras, esa es otra, hay más fruterías que nunca. Y un montón de tiendas de frutos secos. No nos aclaramos.

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