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rafael / sánchez Saus

Colombia y los medios

EN estos tiempos que parecen haberse propuesto revolverlo todo, ya no funcionan ni las certezas políticas más acreditadas. Aquello de que los referendos se organizan para ganarlos es cosa de ayer, pues hoy acaba indefectiblemente descalabrado quien ose montar una consulta. Le sucedió a Cameron con el famoso Brexit, y le ha pasado de manera aún más sorpresiva y dolorosa al colombiano Santos, cuyo mandato queda tocado... y hundido.

De lo de Colombia, llama mucho la atención que la voluntad y razones de los contrarios al llamado proceso de paz, a la postre mayoritarios, hayan podido ser ocultadas durante semanas y meses por los grandes medios de comunicación en todo el mundo y no digamos en España, donde muy pocos periodistas se apercibieron de lo que estaba pasando y casi nadie tuvo el valor de dar voz a los partidarios del no. Sólo ahora, tras el varapalo y el ridículo universal, se pueden encontrar análisis más objetivos que empiezan a explicar lo que había detrás de los acuerdos de La Habana. Y éstos son demoledores. Es tremendo, por ejemplo, el que ha hecho Ramón Pérez-Maura en toda una Tercera de Abc, denunciando, es verdad que a toro pasado, la enorme manipulación que en Occidente se ha hecho de la consulta, que no ha dudado en ocultar los aspectos discutibles del pacto e ignorar los argumentos del no, además de difamar a sus defensores y presentarlos como rencorosos partidarios de la violencia. Este brutal ejercicio de manipulación y simplificación fue el mismo, aunque en otro nivel, que ya se hizo de los partidarios del Brexit, así que no debería sorprendernos, pero es que Pérez-Maura desliza, como de pasada, la siguiente bomba: "En un diario madrileño que ha recibido cientos de miles de euros de una fundación de la familia Santos por promover el en el plebiscito -con la objetividad que eso aporta a su información-, un periodista decía...". Esta acusación, cuyos detalles, que no reproduzco, no dejan lugar a dudas sobre el diario aludido, me parece la más grave de las que se pueden lanzar sobre un medio. Que sepamos, no ha sido negada ni respondida -seguramente porque las huellas del cohecho lo impiden-, pero, más allá de la cuestión concreta, lanza una luz siniestra sobre la información que los españoles estamos recibiendo desde hace años sobre el mundo que nos rodea y nos plantea dudas severas sobre su veracidad.

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