Qué noveleros somos con las costumbres foráneas (Halloween o Papá Noel) y qué poco con las iniciativas propias. Llenamos ventanas y balcones con los Santa Claus trepando y no somos capaces de colocar muñecos de piconero en fechas carnavalescas. Bueno, la excepción existe en la calle Sacramento, donde un cierro gaditano muestra pequeños maniquís con disfraces. Lo malo de esta iniciativa es que puede estar basada en hechos reales. Más de un personaje disfrazado después de cantar en La Viña y beberse 33 habrá escalado por el balcón de su casa al no encontrar las llaves. Ya puestos podríamos exornar balcones y ventanas en cada época del año. Y colgar penitentes en Semana Santa o caracoles en mayo. Ahora que vienen las elecciones conviene cerrar las puertas, que vienen los políticos, muñecos de sus partidos, a pedirnos el voto. Cuidado con las carteras.

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