Crónica personal

Pilar Cernuda

Clarificación

PARECE que se van aclarando las cosas. Rajoy llevaba a sus espaldas varios lunes de infarto y, a la espera de lo que ocurra con María San Gil, aparentemente las aguas empiezan a volver a su cauce. Empiezan, aún no vuelven. En la mano de Rajoy está que finalmente se recupere en el PP el sosiego y la serenidad, después de dos meses de continuo sobresalto.

Al final, el quid de la cuestión estaba en lo que decían la mayoría de los observadores: había -o hay- desconcierto sobre algunos nombramientos que recaían en personas que no han demostrado suficientemente su valía y, segundo, había -o hay todavía- cierta desazón por lo que se considera una aproximación no suficientemente explicada hacia grupos nacionalistas que hasta hace nada estaban en la confrontación con el PP.

Rajoy lo podía decir más alto, pero no más claro: va a haber cambios en el partido, tanto de personas como de estrategia; se ha referido a la necesidad de "moverse" y todo el mundo entendió qué quería decir. Otra cosa es que guste, pero al menos ha enseñado ya cartas que hasta ahora tenía ocultas. Falló en el ejemplo, dijo que Fraga le había ofrecido un cargo de responsabilidad cuando sólo contaba 27 años. Falló el ejemplo porque cuando le llegó ese momento, Rajoy contaba ya con una importante trayectoria en Alianza Popular, mientras que ahora está dando bola a una serie de jóvenes del PP que no tienen experiencia de ningún tipo excepto en escribir papeles.

Aznar, por su parte, ha aprovechado los micros para reivindicar que se cuente con los mejores, y Alberto Ruiz Gallardón ha hecho público una vez más su apoyo a Mariano Rajoy y ha defendido la necesidad de ubicarse en el centrismo.

Este lunes después del lunes de las discrepancias de María San Gil, después del lunes en el que Acebes anunció que dejaba la primera línea y después del lunes en que Zaplana hacía pública su decisión de abandonar la política, Rajoy pareció recuperar el pulso perdido. Movió ficha, definió su ubicación, dio alguna pista sobre su futura estrategia y sobre todo apareció en público con un tono distinto al de estos dos últimos meses: con cierto sentido del humor, con ánimo conciliador, con ganas se sumar en lugar de restar, y con ganas de celebrar un congreso en paz, sin tensiones ni conflictos. El caso es que acierte, lo que está por ver. Le queda por cerrar el caso San Gil y sería bueno que lo cerrara bien, porque a pesar de que la presidente del PP vasco ha recibido críticas, a nadie se le escapa, y a Rajoy menos, que es el valor más solido que puede presentar allá arriba, aparte de que es un referente para todo el partido, es una persona querida y admirada como pocas. Como casi nadie.

Rajoy es, hoy por hoy, el mejor candidato del PP para presidir el partido.

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