Citas

Las citas explícitas son en el fondo un reconocimiento implícito de la importancia de la personalidad

Un reputado profesor se queja de las citas en los textos. No lo citaré para darle gusto. Tampoco es el único que las critica. Como yo soy un citador compulsivo, bien podría parecer que hago una defensa propia en esta apología de las citas, pero se trata de algo mucho más importante. En ellas se esconde una de las puertas de acceso al verdadero ser de la literatura y el pensamiento.

Se entiende, no obstante, que a alguno molesten, si, como es el caso del anonimatizado profesor, las percibe como una táctica retórica de imposición envolvente. Esto es, como que el escritor, para vencer en una disputa intelectual, pide auxilio a los primos de Zumosol de unas figuras de prestigio que sostengan su tesis y aplasten con el peso de su grandeza al osado contrincante. Aunque ni siquiera en ese caso las citas deberían agobiar, porque la verdad hace las veces del pequeño canto rodado que David puso en la onda para abrirle la cabeza a Goliat. Una verdad desnuda vale más que todas las firmas prestigiosas.

Pero es que las citas son mucho más. El testimonio, sobre todo, de que la vida intelectual es una gran conversación apasionante. Las citas hacen, en el ensayo, las veces del diálogo en una novela. Además, en muchas ocasiones dan testimonio de la gratitud del que escribe, que viene a decir: «Yo pienso esto, pero no lo haría sin la luz que arrojó, con precisas y/o preciosas palabras, Fulano o Zutano, al quiero hacer una reverencia».

La naturaleza de las citas de un escrito se prueba observándolas al trasluz. Si el que cita sólo lo hace para fortalecer sus posiciones, la crítica del profesor tiene más base; aunque sea, con moderación, un procedimiento legítimo. Otras muchas veces, fíjense, se cita para contradecir, comenzando un debate con la autoridad; otras, para bromear, como en una tertulia de amigos; a veces, con humildad, para captar la atención del público, al que siempre le interesan más, naturalmente, las grandes figuras que uno; casi siempre, de una forma u otra, como prueba de admiración.

En el fondo, las citas explícitas son un reconocimiento implícito de la importancia de la personalidad. Quizá las ideas no sean tan abstractas al fin y al cabo, y se mustien desgajadas de la persona que las expresó por primera vez.

Con todo, mordiéndome la lengua, apretando los puños, he conseguido terminar este artículo sin citar a nadie, como un guiño final hacia esos que contradigo.

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