Cambio de sentido

Cine de verano

En estas películas no gana el amor de 'happy end', sino ese otro que brota al hallar una verdad profunda

Apenasse hacen pelis sobre personas buenas. Quiero decir, en el buen sentido de la palabra bueno", me dijo, de pronto. Puse cara de hacer memoria. "Hay buenos de pacotilla, planos, valentones que pegan tiros en el nombre de la certeza", siguió pensando en voz alta. Asentí. "Pero no hay tantas cuyo protagonista tenga la valentía de saberse vulnerable, y que en ello halle la fuerza, inteligente, sin punto milagrero o mártir, gozoso en cada cosa, íntegra, que prefiera vivir a ganar, y que sepa que vivir también es perder. Personajes así hay menos".

Quizá sea porque en estos días he recordado aquella conversación, o quizá porque estoy cansada de tanta mala baba, iniquidad, torpes ironías, palabras como esputos y odio a esgalla como destilan algunas de sus señorías, y restaña en las teles y en las redes, y baja a la calle en forma de inquina a cualquiera que no piense o no viva como uno: quizá es por todo ello que, en este agosto de brote y canícula, me he montado en casa un cine de verano especializado en pelis cuyos protagonistas dudan, tiemblan, disfrutan el presente, y en ello hallan valor para vivir a propósito. Lo comento para quienes aún se resisten a llevar la escopeta cargada con la palabra buenismo y a descerrajarla por ahí al primero que sonría sin sorna. Y por si quieren volver a ver algunas de ellas.

En estas noches, a Sofía Loren se le escapa el pájaro, como el alma, hasta la ventana de Marcelo Mastroianni. Mientras, la radio retransmite a toda voz la visita de Hitler a Mussolini (Una giornata particolare, de Ettore Scola). "¿Pasa algo si soy susceptible? Es fácil reírse de alguien cuando no se sabe hasta qué punto se le puede herir. Sus poemas son magníficos, pero no pienso lo mismo de usted", dice Gary Cooper antes de partirle la cara a un poeta consagrado en El secreto de vivir, de Frank Capra. Hay un desertor, científico, que por no hacer bombas atómicas se encarga de los fuegos artificiales de Calabuch (L.G. Berlanga). En Noches de Cabiria (Fellini) Giulietta Masina llora entre las gentes que le cantan y bailan, y en Broadway Danny Rose, Woody Allen pasa la Nochevieja con perdedores que jamás le traicionaron. Jacques Tati vuelve a salvar a su sobrino de la vida perfecta. Lazzaro feliz (Alice Rohrwacher) aúlla de inocencia. En mi cine de verano no siempre gana el amor -ese de happy end y beso de tornillo-, sino ese otro que brota al hallar alguna verdad importante y honda. Se admiten sugerencias para la cartelera.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios