Cierren el pico

Los mayores defensores del gasto público son, como es lógico, los que se lo gastan

Cuando otro tiene razón, se la doy, aunque sea raro darle lo que él ya tenía y yo no. Así que, cuando yo digo que la presión fiscal es insoportable y que se gastan el dinero público en muchísimas cosas superfluas, y un partidario de los impuestos me replica que el grueso del gasto se va en Sanidad, en Educación y en prestaciones sociales, no me queda más remedio que darle la razón que tiene.

Los gastos que yo propongo cortar de raíz son el chocolate del loro, me explica. Y matemáticamente es verdad. Esto es, el Estado del Bienestar necesita un presupuesto inmenso para partidas a las que ninguno de nosotros quiere renunciar, tales como la salud, la enseñanza o la solidaridad entre españoles. Cuadrar las cuentas no va a ser fácil ni siquiera aplicando a rajatabla un recorte drástico de los gastos políticos e ideológicos.

Sin embargo, por algún sitio hay que empezar y no creo yo que tanto chocolate al loro de los políticos y de los demagogos haga ningún bien a nadie, salvo al loro, si acaso. Cuantitativamente no solucionaría el problema de un déficit descontrolado, pero cualitativamente significaría muchísimo. Porque si quienes tienen que administrar el dinero (los que parten y reparten, como quien dice) se benefician de algún modo del caudal fluctuante, hay un primer impedimento lógico a la austeridad. Son juez y parte, nunca mejor dicho lo de las partes.

Una mayor conciencia de que ese dinero público fue, ayer no más, privado y que se ha privado a los contribuyentes de lo que ganaron sería muy aconsejable. Que los coches y los chóferes, los iphones, los puestos de libre designación, el gasto en propaganda (que Sánchez se ha aumentado un 124%), las administraciones paralelas y las funciones duplicadas supongan menos gasto que las pensiones no quita para que no se puedan quitar. Su ausencia predispondrá a los políticos (porque la naturaleza humana es así) a descubrir nuevos ámbitos en los que una mayor sobriedad es posible.

En cualquier caso, aprovechando nosotros la metáfora del loro, si se le cierra el pico para que no esté todo el día dándole al chocolate, como ya lo tiene cerrado para una cosa, lo cerrará para la otra. Y seguro que al menos deja de contarnos lo buenos que son los impuestos. Porque no sentirán la pulsión subconsciente de justificarse tanto. Unos impuestos ceñidos a los servicios públicos indispensables nos darían unos políticos menos aleccionadores.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios