Cíclicos, sospechosamente cíclicos son los éxitos de los dos grandes equipos de la Liga española. Jamás están los dos bien. Ni a porfía, como se suele decir. No recuerdo que hicieran nunca a la par un juego deslumbrante. Ahora parece que le toca al Barcelona mandar en España, aunque los culés saben de sobra, por historia y con ese eterno entorno tan autodestructivo, que no pueden cantar victoria hasta que no vean a Puyol alzando al cielo una copa. Si es que puestos a ser cíclicos lo son hasta en las plagas de lesiones. Recuerdo la coincidencia de un buen Madrid con aquella polémica en Can Barça ante tanto jugador en la enfemería. Le echaban la culpa al césped del Camp Nou, evoco. Y ahora, la enfermería repleta es patrimonio de los merengues. Lo que yo les diga: estos dos equipos están en cumplú. Parece que la salsa reside en que a uno le salga todo bien y al otro rematadamente mal. No hay término medio.

Ya han empezado los Alpes con primer golpe de autoridad de los culés, que cuando el rival es blandito arrasan y cuando es más fuerte, como el Sevilla, saben leer los partidos. Guardiola demuestra que una gran plantilla no puede conseguir éxitos si no está bien trabajada. Y el Barcelona desprende el aroma de los equipos bien armados, con las ideas claras y dejando a la improvisación sólo la magia de varios de sus jugadores -que no es poco- cuando el árbitro da el pitido inicial.

Y hay Messidependencia, qué duda cabe. Que el Barcelona eche de menos a la Pulga cuando no juega quiere decir que por algo es el mejor del mundo. De lo contrario, sería uno más. El equipo que tiene en sus filas a un astro como el argentino debe depender de él. Lionel va camino de unirse al histórico póker formado por Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona. El Balón de Oro otorgado a Cristiano Ronaldo premia ya el pasado. El presente y el futuro parecen propiedad del '10' blaugrana. A ver si el Barça no lo espanta como hizo con tantos cracks.