La cornucopia

Gonzalo Figueroa

Chile herido

DESDE su descubrimiento por Diego de Almagro hacia 1534 y su posterior conquista por Pedro de Valdivia pocos años más tarde, Chile ha sido víctima, además de la sangrienta guerra de ocupación que el segundo desató contra los belicosos nativos araucanos, de terremotos, tempestades y fenómenos telúricos, muchas veces con secuelas dolorosas por la pérdida de vidas humanas. Ya en tiempos del conquistador Valdivia, uno de sus jóvenes oficiales, el soldado-poeta Alonso de Ercilla, en su bellísima oda La Araucana, expresaba así su angustia mientras navegaba por sus costas: "Con tal furia a la nave el viento asalta/ y fue tan recio y presto el terremoto/ que la cogió la vela mayor alta,/ y estaba en punto el mástil de ser roto…"/.

Resulta ilustrativo al respecto comprobar cómo el descubridor Almagro pronto desistió de su avance por el territorio chileno por las dificultades que sufrió, si bien a ello colaboró el violento conflicto surgido en el virreinato peruano entre sus partidarios y los de los hermanos Pizarro, pugna que le costó la vida, al ser ejecutado por éstos. Reiniciada la conquista, bajo mando del culto capitán Valdivia, el dramatismo continuó, ya que en 1553 y durante la feroz guerra de Arauco, los indios apresaron a Valdivia, a quien sacrificaron desollándolo vivo.

En Chile, son los movimientos sísmicos los que, en mayor o menor medida según su intensidad, constituyen una manifestación muy corriente, lo cual ha provocado importantes daños materiales y víctimas mortales, poniendo seriamente a prueba el talante y el consabido buen humor de los chilenos, ahora sepultados entre los escombros de esta catástrofe.

Por ello, resulta ejemplar cómo la actual presidenta saliente, la socialista Bachelet y el nuevo presidente electo, el conservador Piñera, no obstante sus marcadas diferencias ideológicas, han unido esfuerzos para lograr, en estas graves circunstancias, una pronta vuelta a la normalidad nacional, lo que no será fácil por los inmensos perjuicios que este sismo ha ocasionado. Ello me aporta optimismo, máxime si recordamos que, hace seis siglos, el ya citado poeta Ercilla calificó a Chile de forma hermosa y vibrante al decir del país que: "…la gente que produce es tan granada,/ tan soberbia, gallarda y belicosa,/que no ha sido por rey jamás regida/ ni a extranjero dominio sometida/". Estoy cierto que mis compatriotas de hoy honrarán tan enaltecedoras estrofas, afrontando este durísimo reto con valiente eficacia y dejando de lado cualesquiera diferencias ideológicas o partidistas.

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