¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Champagne

Los españoles llevamos años bebiendo cava y mintiéndonos al decir que está igual o mejor que el champagne francés

Suponemos que a Bismarck, el gran patriarca del nacionalismo teutón que acabó con la cursilería del II Imperio, no era precisamente un francófilo. Sin embargo, el Canciller de Hierro tenía clara una cosa: "Delante del champaña no existe el sentimiento patriótico". Es decir, que al igual que los próceres yankees que, cuando nadie los mira, tiran por el sumidero ese licor de patata que es el bourbon y se entregan a las delicias del scottish, el generalato prusiano tenía claro que para celebrar sus victorias sobre Napoleón III nada mejor que ese vino francés burbujeante y seco que ha pasado al imaginario occidental como símbolo de la diversión glamurosa. En España siempre tuvimos clara también la primatura del champaña en la curia internacional de los vinos. Larra, cuando quiso ejemplificar la vidorra en uno de sus artículos, imaginó a alguien que siempre andaba por ahí bebiendo champán y comiendo pavo trufado; y el más nuevo y muy catalán Nestor Luján, del que hablamos recientemente al recordar la guerra de los Agraviats, cuando se descorchaba una botella de la Veuve Clicquot, humillaba su bovino pescuezo y apostataba de la santa madre butifarra: "El cava es un espumoso provocado", se le llegó a escuchar blasfemar. Por cierto, ahora que cierto soberanismo quiere apropiarse de la figura del omnívoro autor de La folla jornada, recordaremos su gran pasión taurina, materia sobre la que escribió miles de artículos y una Historia del toreo que picos selectos y taurófilos, como Carlos Martínez Shaw, han elogiado fervientemente.

Pero volvamos al champán (champagne o champaña, que lo mismo da). Cuando éramos niños, en España, para indicar que una botella tenía poderío, se decía con admiración: "es champán francés", con lo cual se le diferenciaba de su versión española, es decir, del cava, palabra que era completamente desconocida. Sin embargo, con el desarrollo de la Justicia europea y las denominaciones de origen el término champagne quedó para uso exclusivo de los vinos que se producen en esa tierra santa. Fue entonces cuando los españoles empezamos a beber siempre "cava" y a pecar contra el octavo al decir que estaba "igual o mejor que el francés" (más barato sí, no hay duda). En esto, como en tantas otras cosas, Cataluña nos miente. Pero nada grave, cosas de hermanos, como cuando nosotros decimos que el brandy jerezano es mucho mejor que el cognac (el francés, el único, el fetén). Y lo dice un humilde y devoto servidor del Cardenal Mendoza y de Anna, mi fantasmal señora.

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