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Cambio de sentido

Cesarismo

Si Trump agitara las calles y se negara a salir de la Casa Blanca, sería pasar de la República al César

érase una vez el presidente del país más poderoso del mundo, considerado por las almas más impresionables como la cuna de la democracia moderna, que declaró que no pensaba aceptar el resultado de las urnas si perdía las elecciones. A continuación, la comunidad internacional, en vez de echarse las manos a la cabeza, denunciar esta bravata y advertirle de que, le parezca bien o mal, cierra la puerta de la Casa Blanca por fuera si no sale elegido; en vez de advertirle, con toda la legitimidad, de que eso es intolerable, sucede que el mundo tiembla, y aparecen titulares como "¿Qué pasa si Trump se niega a abandonar la Casa Blanca?". ¿Cómo que qué pasa? Sería inadmisible que un presidente se salga del Sistema mismo que lo sostiene, y que le dio el poder bajo el cual padecemos, dicho sea en primera persona, pues aquí también se sufren -más incluso, en a veces, que en los EEUU- las decisiones de un dirigente cerril y sin escrúpulos, alfa y omega de la peor ideología. En la República, señor republicano, quien pierde se va. Lo contrario superaría los delirantes estrambotes que sufren países con dictaduras encubiertas de todos los colores.

Mientras le doy vueltas a la cucharilla dentro del café, la contertulia de la radio explica los rasgos psicológicos de Trump, que le hacen enfurruñarse por la pérdida de las elecciones. ¿A mí qué me importa que el pequeño Donald sea un tipo insoportable? Lo importante es que Trump no puede estar fuera de las reglas del juego democrático, por mucha instigación sucia que pueda alentar en las calles. Se tiene que conformar con patalear en los tribunales. Provocar cualquier otra acción apuntaría a un cambio de época, sería pasar sin complejos de la República (lo que quede de ella) al César. Dicha tendencia asoma de hecho en muchos países desde dentro del Sistema, en esos nostálgicos de las dictaduras que babosean todo el tiempo la palabra libertad, meten cizaña y barrenan los fundamentos y las formas. La victoria de Trump hubiera sido un mensaje de aliento para los aspirantes a césares redivivos del mundo entero. Pero ha perdido, y bien sabe que no puede sacar los pies del tiesto. A Trump no se le darían 23 puñaladas, como cuando al César le dieron lo que es del César. Sencillamente, desde ninguna democracia medio solvente del mundo, se le ha de consentir que no reconozca y felicite a Biden por su victoria, y se vaya por donde ha venido. En esto no se puede dar ni un solo paso atrás.

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