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Cambio de sentido

Cayetana

Álvarez de Toledo daba a los votantes del PP motivos para salir corriendo a izquierda y derecha

Apunto he estado de no titular esta columna con el nombre de pila de Álvarez de Toledo, pues me lo recriminarían, y con razón, todas las feministas, incluidas las amazónicas (corriente a la que se adscribe la ex portavoz). Con la mujer, a diferencia de con el hombre, existe la tendencia inconsciente a usar en lo público su nombre de andar por casa. Pero me he animado a hacerlo por la representatividad del mismo, tiene cierto sesgo de clase, le va como anillo al dedo. Hay quienes dicen, equivocadamente, que sacar a la señora Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos de la portavocía alegra a la izquierda. Quizá alivie a las gentes del común, a la que la mirada de piedra y las palabras de hielo de la diputada les aflige, pero no a los estrategas de la izquierda. Cayetana daba a los votantes, tanto serenos como soliviantados, motivos para salir corriendo, los unos hacia partidos más a la izquierda y los otros a la extrema derecha. A quien le viene bien el giro es al Partido Popular. Por eso lo da. De este movimiento se lamentan los ultramontanos de a pie, no sus estrategas. Abascal ahora podrá diferenciarse del partido que lo crio y del que se escindió, e intentar persuadir a muchos que no se fían de sus mañas. En Vox estarían encantados de fichar a la ex portavoz. Pero, insisto, gana el PP, y respiran la mayoría de sus presidentes autonómicos.

Y es que los populares no podían presentarse en Europa con esta facha -dicho sea, facha, en su primera acepción, por descontado-, jugando al límite en asuntos en los que Angela Merkel, por ejemplo, ha sido clara y determinante. Ni podían sostener el tono crispado ni el frentismo por defecto si Casado quiere presentarse a la larga como eso que llaman "hombre de Estado". Una de las bondades del Partido Popular, incluso en sus etapas más subidas de color, fue la de absorber y amortiguar los alardes ultramontanos para poder avanzar, y aglutinar a tendencias liberalistas y conservadoras. Cuando Álvarez de Toledo habla, arteramente, de "batalla cultural" quiere decir "ideología". Cada cual puede defender la suya, pero en unos términos que permitan el diálogo político. Hay quienes confunden intelectualidad con displicencia, poderío con altanería, sofística con dialéctica. Por eso epatan sus maneras. Al PP y al parlamento le sentarían muy bien portavoces empeñados en dialogar fuerte por el bien del país, no en bloquear el diálogo.

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