Tiremos de cliché. Si yo fuera un señor, hablaría de una versión de Centauros del desierto. Pero soy una moñas y mi historia fundacional es Mujercitas, así que de eso vamos a hablar aquí. De que la versión de Greta Gerwig es de obligado cumplimiento para todos y, especialmente, para adolescentes nebulosas, espinosas, impertinentes. ¿Por qué? Porque Gerwig habla en gran medida su lenguaje, les tiene cogida la medida y el gusto instagrameable. Pero, sobre todo, porque presenta -perdida toda esperanza del gancho hacia una narración más convencional- un relato en el que se desvela, paso a paso, el engranaje de la historia: la gran broma que fue, en efecto, el final del libro, que se reía de aquello de que el destino último de una mujer hubiera de ser casarse o morir. "Eso fue así durante tanto tiempo -parece decir la voz de la autora entre el metraje, desde la tumba-. Y a mí ya me provocaba risa, y urticaria, hace 150 años".

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