I GNORO el grado de mi pureza de izquierda: creo que me han quitado varios carnés últimamente -soy una materialista en tiempos de posmo- pero digamos que sí, que vale, que pasaría alguna que otra purga. No es un comentario caprichoso: los fascismos vienen en varias tallas y colores. No hay quien dé un paso en la progresía sin pisar varios callos y un par de jardines (y esto no es impresión subjetiva). Con tal de no ser etiquetado como intolerante (¿seré yo, Maestro?), lo mayoritario es pegarse al discurso salvaje de la microidentidad cultural y el relativismo absoluto. El rodillo es tal que la reacción ha llegado a convertirse en lema cuñado: "Políticamente incorrecto". Eso no hace menos dañina a la izquierda regresiva, que goza, para mi pasmo, de un gran momento: no entiendo cómo puede uno, desde el campo de la tolerancia y la solidaridad, llegar a un calvinismo limitador y rancio, que mira con malos ojos hasta a la risa.

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