El cliente siempre tiene razón", dice aquel viejo dicho en el que se ha basado durante muchos años la relación comercial entre el comprador y el vendedor. Una relación sólo compensada por el cartel que colgaba en tantos bares: "Reservado el derecho de admisión". El resumen de ambos sería: usted tiene razón, pero aquí no entra. Los tiempos cambian, claro, y la relación comercial también lo hace. Será por eso que unos grandes almacenes piden ahora a sus clientes que evalúen la atención recibida por parte del dependiente pulsando sobre una escala de caritas, a modo de emoticonos, que va desde la más amplia sonrisa de satisfacción hasta el rostro serio de quien se han sentido maltratado por el vendedor. El sistema, en su vertiente más peligrosa, parece dejar el futuro del trabajador en manos del etéreo criterio de un cliente que puede ver mala atención donde sólo hay muchas horas laborales.

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