la esquina del gordo

Paco Carrillo

Capital humano, bono basura

LO ha declarado Montoro, ese señor bajito con tirabuzón en el cogote: "Hay que renunciar a aquellos servicios públicos que no podemos pagar". Conste que ha dicho "servicios públicos", no servidores públicos; no es lo mismo pero se sobreentiende que si detrás de cada servicio público hay sopetecientos mil servidores, Montoro está insinuando que sobran la mitad de ellos. No se lo tome como axioma porque mañana dirá otra cosa aunque sea la contraria.

Ya lo ha hecho Rajoy. Él ha dicho que "desconoce otra manera de reducir el gasto público que como lo está haciendo": cargando contra los indefensos. Está claro que el de Pontevedra también prescinde del respeto hacia el capital humano y lo considerara bono basura.

La situación, a estas alturas, ya no está para medias tintas. Si en vez de haber aprobado con su mayoría los últimos recortes canallas, dijera en la tribuna del Congreso: "Señorías, sobramos las dos terceras partes de los que aquí venimos a echar el ratito"; y caso de murmureo alarmante siguiera: "También sobran todos los miembros y miembras del Senado. Más todas las agencias de colocación de provincias, también llamadas autonomías. Más los tropecientos mil asesores y personas de desconfianza. Más todas las subvenciones a onanismos públicos, privados y medio pensionistas, llamados por mal nombre agentes sociales. Más la caterva de alcaldes, concejales, empresas públicas destinadas a seguir ejerciendo el nepotismo. Más todas las obras públicas inútiles de solemnidad, sean aeropuertos sin vuelos o tren-tranvía en la Real Isla de León, ejemplos todos del desprecio que estamos manteniendo con el contribuyente. A partir de hoy -mañana ya será tarde-, con harto sacrificio por parte de todos, prescindiremos de tan altas trampas loberas. No somos casa para tantos criados como se está viendo en tantas carnes heridas".

Sería un buen discurso. Todo lo que no fuera en esos términos no valdría; quiero decir, no valdrá para que no desemboque en un enfrentamiento diario en las calles donde hasta las fuerzas del orden estarán de parte de los manifestantes, que serán, por muchos bardenes y cayoslara que quieran, los desengañados de que no hay futuro, de que sus hijos tendrán que emigrar, de los se irán amontonando sin nada que perder porque no tendrán nada que ganar. Ya está pasando. Hasta en Cádiz, que se contentan con una chiquita, dos sardinas, un tanguito y un pasodoble, 40.000 personas se han manifestado diciendo: ¡Ya está bien! En el resto de España, no es que se tomen las cosas más a pecho, pero la indignación crece incluso entre los socialistas desmemoriados que saben cómo y con quién empezó todo esto.

Ni siquiera consuela decir que toda la mierda es marrón. Pasa que este Estado no funciona. Hay que inventarse otro. Nada de más remiendos. Nada de más padres de la Patria con miedo a perder su futuro inmediato. Nada de representantes ficticios. Un Estado nuevo significa que no vale con sustituir unas cuantas piezas. Nuevo quiere decir NUEVO -éste no hay quién lo arregle-, donde sobren los pesos muertos y los costes de los que se suben sin billete en las mejores plazas.

¡Naturalmente que falla el Sistema! No hay sistema que funcione si lo manipulan aficionados temporales -peor si las palancas las mueven desde fuera, como es el caso-. No basta con hacer leyes de contención; hacer leyes siempre es más fácil que cumplirlas, sobre todo si de ellas se desprenden doctrinas políticas, porque terminan no siendo iguales para todos. Ahí tiene a los banqueros corruptos, a los políticos corruptos, a los intermediarios corruptos, al último concejal de pueblo que empezó siendo corrupto por admitir un jamón, un queso y dos botellitas de Ribera del Duero. Ahí tiene -vacías- las listas del dinero devuelto por todos los sinvergüenzas que han trincado, presuntos, naturalmente. Y la casa sin barrer. Y los inquilinos cada vez más envenenados. ¿Quién tiene antídoto para todo eso? ¿Una casta impune que tropieza sin riesgo a cada instante? Pues que empiecen por el principio: o respeto al capital humano o bono basura.

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