Enrique / García / Máiquez /

Campo, campo, campo

De poco un todo

10 de marzo 2013 - 01:00

Hay algo raro en lo poco que mira el paisaje la gente que viaja en tren o en avión. Abducidos por la pantalla del vídeo o por cualquier revista, casi nadie se abisma a la ventanilla. Otros duermen. Los que trabajan hacen bien, porque no están las cuestiones laborales para tontear; y además son los que miran por la ventanilla, naturalmente.

Con las lluvias de marzo, el campo está verde intenso, precioso. Y los ríos van henchidos, rápidos, felices. Sierra Morena es un espectáculo. Ya lo anotó Machado: "Campo, campo, campo. / Entre los olivos,/ los cortijos blancos". Los montes son un arco iris de verdes. Se reflejan, en cada valle, en su regato o en su charca. Hay un momento en que siento lo bien hecha que está España: menos mal que después viene La Mancha, para que descansemos de tanto vértigo estético y síndrome de Stendhal.

No se trata solamente de un placer visual. Resulta muy consolador percatarse de la soberana indiferencia de la naturaleza por nuestras crisis políticas, económicas, morales… Y cuando el campo nos muestra las heridas -basuras, chatarras, abandono- de la dejadez del hombre, lo hace con tal estoicismo senequista que se convierte, más allá del consuelo, en una lección ética.

Pasamos, sin embargo, de largo, sin saber lo que nos perdemos. Cuando se habla del patriotismo, o de su falta, se suele pensar, con un movimiento reflejo de perro de Pávlov, en la bandera. Y la bandera está muy bien, pero el patriotismo es más y mejor. ¿Se puede amar un país sin admirar su paisaje?

También aquí hay mucho que hacer, y costaría poco, y sería importante, y no se hará. Por ejemplo, en nuestros trenes de larga distancia y alta velocidad, de los que presumimos tanto, que amarran todo el territorio nacional, se podría habilitar un canal de radio que fuese llamando la atención de los pasajeros interesados en las peculiaridades del paisaje. En su toponimia, en su historia, en su naturaleza, en sus conexiones culturales, en sus anécdotas… También se podría ofrecer una pequeña guía junto a los famosos auriculares.

Apreciar el paisaje depende de cada persona, de su predisposición, de su gusto, de su estado de ánimo, de su cultura, por supuesto. Pero se nos puede echar una mano. Desde la milagrosa ventanilla del avión, desde el amplio mirador del tren, el paisaje es uno de los grandes lujos que el viajero tiene a su alcance. Un ligero recordatorio no le vendría mal.

stats