La campaña electoral andaluza no levanta, duerme mecida por la mano maestra del eterno partido gobernante. Ambiente que augura una participación baja, inferior al 60% según las últimas encuestas. Empieza un largo ciclo que en año y medio va a aclarar el mapa político. Andaluzas el 2 de diciembre; municipales, autonómicas y europeas el 26 de mayo de 2019; generales como tarde en junio de 2020 e inmediatamente después las vascas y gallegas. Así que en esta campaña es inevitable el inicio del pulso hispano español, con los grandes temas nacionales: salida del embrollo catalán, reforma constitucional y nuevo diseño del estado, competencias y financiación territorial, reforma fiscal y defensa de la sociedad del bienestar… Y de momento la discusión regional es de muy baja intensidad.

El PSOE le pone sordina; hará los mínimos debates en televisión, a pesar de que TVE y Canal Sur han propuesto muchos. Los socialistas van por delante en las encuestas y no quieren riesgos; Díaz no le ganó a Moreno ninguno de los dos de 2015. La oposición de derechas imita el tremendismo de Trump. Los jefes del PP, Casado y Egea, dicen que la Junta gastó mil millones en putas y cocaína o emplea más dinero en prostitución que en educación. Las NNGG tachan a los ex presidentes de ratas o de gastar el dinero "en drogas y puticlubs". En paralelo, Marín, el candidato más débil a la Presidencia, intenta abrir un hueco en el alboroto. El jefe de Ciudadanos quiere hacerse perdonar su apoyo al Gobierno socialista los últimos tres años y medio, y ahora descubre que en Andalucía "hay una dictadura".

Con estas valiosas contribuciones a su causa, la presidenta tiene blindado su flanco derecho. Las dos últimas encuestas, de medios tan dispares como La Razón y eldiario.es, coinciden en sus resultados. Simplificando: PSOE 45 diputados, PP 29, Adelante Andalucía 22 y Cs 13. PP y Ciudadanos no sumarían más que el PSOE, y AA mejoraría a Podemos e IU separadas. Con un resultado así, a la presidenta le bastaría con la abstención de la coalición de izquierdas en una segunda votación de investidura para ser reelegida.

Susana Díaz está encantada de haberse conocido y pone su mejor sonrisa para las miles de fotos y selfies a los que se entrega con pasión a diario. Esa es su campaña. Esa, y decir que estamos en una región récord en empleo, crecimiento, PIB y exportaciones, que tal parece que esto fuese Luxemburgo, Baviera o la región de París. Y en sus respuestas en cualquier entrevista hace siempre una ecuación: quienes la ofenden a ella, insultan a Andalucía. Si Pedro Sánchez copia el estilo de Justin Trudeau, Susana Díaz prefiere el de Jordi Pujol en sus años de gloria; él era Cataluña, ella es Andalucía. Con todo el carril del centro a su disposición, en modo partido nacionalista andaluz, el PSOE-A camina entre sonrisas y récords hacia la victoria soñada, con una campaña dormida.

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