Cuatro fotos de la situación. 1. Ha caído el Gobierno por culpa de la corrupción generalizada en el PP. 2. Pedro Sánchez ha aprovechado la oportunidad para ser presidente, gracias a una extraña coalición; el partido más constitucional, apoyado por hispanoescépticos y contrarios a la Constitución. 3. Todos han criticado duramente a Ciudadanos, la marca de moda, por su tacticismo. ¿Rivera equivocó la estrategia? Quizá debió abstenerse. Y 4. No se acaba el mundo: los 35 valores del Íbex subían ayer a mediodía. Hemos visto caer al gabinete Rajoy víctima de su ensimismamiento. Al PP le ha pasado lo mismo que en el 11-M. Toda España intuía que había sido un atentado islamista, mientras el presidente Aznar y su ministro del Interior Acebes querían hacer creer que había sido ETA. Ahora la mayoría de la opinión pública está convencida de que Gürtel era el PP; que hubo una caja B de la que cobraron sobresueldos sus dirigentes, incluido Rajoy, con la que incumplieron límites de gasto electoral e hicieron pagos en negro. En el inconsciente colectivo están los mensajes de Rajoy a su amigo Bárcenas, "sé fuerte hacemos lo que podemos". Y mientras, el presidente censurado negaba la evidencia, como Groucho Marx con aquella cínica pregunta ¿a quién va usted a creer a mí o a sus propios ojos? Nada, ni hubo caja B en el PP, ni madre que la parió. Y sobre corrupción, que los registren. O que registren sus discos duros, borrados y destruidos con un martillo. El Partido Popular no salía de su enroque y lo ha sacado a gorrazos una extraña coalición. El PSOE ha sido hasta ahora el partido más constitucional de España. (Al principio, Aznar hizo serias críticas a la estructura territorial). Pero ahora hay un presidente socialista apoyado por independentistas y populistas radicales que han hecho bandera de su desprecio a lo que llaman el Régimen del 78. El margen de maniobra de Sánchez es muy estrecho. No parece que ni él ni sus socios quieran elecciones inmediatas; alargará su estancia en La Moncloa todo lo que pueda. Tiene dos años. Puede ser un Calvo Sotelo II, el presidente que sustituyó a Suárez, estuvo 21 meses y no salió siquiera diputado en las elecciones de 1982. O no; podría sacar del ostracismo a su partido y del pudridero el embrollo catalán. Difícil lo tiene con un Gobierno débil, minoritario, aliado de partidos que exigen el reconocimiento nacional para el País Vasco y Cataluña. Estamos ante lo desconocido. De momento, la corrupción y el miedo han sido derrotados. Hay un nuevo escenario que abre esperanzas y muchas incertidumbres.

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