El ateneo de lilith

Ruth Galván

Calor, calores y vapor veraniego

El pasado viernes en Cádiz mis amigos quedaron para verse y despedirnos de un gran amigo, Javier, que como comenté vive en el extranjero y viene poco, para pena de muchos de nosotros. Cuando me avisaron para vernos y comer, yo, ¡ilusa! di por hecho que sería para cenar, ¿quién en sus sanos cabales quedaría un viernes para almorzar a más de 40 grados a la sombra? Fácil contestación: mis amigos, sí, ellos. No podían ser otros. La noticia me llega trabajando. Yo en los juzgados pensando que ya termina julio, que agosto me va a dar un respiro, y recibo una llamada a mediodía para confirmar que iré a la comida. Yo, que no me pierdo una (que la vida son dos días), confirmé que estaría sobre las diez de la noche en Cádiz. No sé ni que me soltaron por esa boquita. Acostumbrada como estoy a escuchar de todo, me puse en 'off' y cuando dejaron de hablar, pregunté '¿qué pasa?'. El acaloramiento de ellos fue a más, conociéndome, sabían que acababa de utilizar mi técnica del chubasquero vital (con gorra, botas de agua y paraguas): llueva y caiga la que caiga, yo impertérrita, que no me moje y mucho menos me cale. Mis pacientes amigos, porque para tenerme como amiga desde luego hace falta mucha paciencia, me explicaron que era un almuerzo. Me entró urticaria. Yo que más que blanca soy transparente, cuando voy a la playa o a la piscina me pongo protección 50 y estoy en la sombra, ¿estar todo el día? Calor, calores y vapores me recorrían el cuerpo si bien no dudé un momento en estar en esa comida. Terminé mi trabajo, cogí mi coche, y allí que me presenté en Cádiz. ¿Cómo no estar en la comida de uno de mis grandes amigos? Almorzamos a la 'fresquita' (irónico claro) y nos dieron las cinco comiendo. Me reí tanto con Moncho que creía que mi mandíbula iba a quedar dolorida unos días. Disfruté de los amigos y conocí a nuevas personas, ¡una de las cuales hacen subir la temperatura! Al final, eran las diez de la noche y a mí no había dios que me moviera de Cádiz. Mis amigos se fueron ya agotados del día, Javier al día siguiente cogía el avión para Londres y yo, que soy abstemia, me la pasé a agua y fanta de naranja (sin burbujas, para ser aún más sosa), estaba con unas ganas de bailar que ninguno de mis amigos compartían. Me miraban y yo podía leer sus mentes 'mejor que Ruth no hubiese venido, a ver ahora como la mandamos para su casa'. Fue un día divertido y entrañable amén de un día que conocí a alguien que me parece realmente interesante. Creo que él ni se dio cuenta… eso es lo bueno de la sutileza femenina.

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