Recordaba esta semana Manolo el Torero de Casa Ríos, en calle Trille, que cuando Curro Romero hablaba de las broncas que recibía, siempre sostenía que "es mejor irritar que aburrir". Y eso debió pensar el subdelegado del Gobierno en la provincia al destacar que el Éjecutivo de Sánchez "se ha tomado en serio a la Bahía". José Pacheco se refería al anuncio de Hacienda -12 horas antes de la protesta de los astilleros- del gasto de 167 millones para construir el Buque de Acción Marítima en Puerto Real, que prometió el PP de Rajoy ni más ni menos que en 2017. Aunque al subdelegado se le olvidó mencionar un detalle: cuándo llegará el ansiado corte de chapa. Como es natural, al sector se le heló la sangre al escucharle. Porque, como es sabido, el Gobierno sólo se toma en serio a esta provincia cuando piensa en un mojito frente al mar.

Quizá lo merezcamos porque Cádiz es la primera que ha de mirar por sí misma convocando a todas sus mentes selectas para elevar su pensamiento de una forma supergaditana y unitaria. Y conste que el Gabinete de Sánchez no es el único que apenas nos considera como los mejores poniendo copas en la arena y poco más. Desde los tiempos de González, casi no hay gobernante que no haya disfrutado de unas inolvidables vacaciones en nuestras playas estupenda. Para su disfrute, somos geniales, los primeros. Pero es que ni CCOO y UGT han defendido a nuestra industria como merece, como reconocía el ex presidente del comité de Navantia Puerto Real, Antonio Noria, en su día: "Ni mi sindicato nos apoyó". Igualito que en Galicia: tú le dices a los astilleros de Ferrol que uno solo de los bloques de sus buques se fabricará en Puerto Real y saltan directamente a la yugular del Gobierno: desde Feijóo al último operario.

En cambio, en Cádiz, ni nos enteramos. Cuando los trabajadores del polo automovilístico, liderado por Delphi y Visteon, se pusieron a cortar el puente Carranza, ya se había evaporado cualquier posibilidad de futuro. Y si reaccionaron tarde fue porque pensaban que jamás se largarían, como hicieron en 2007, cuando en este país todo el mundo pensaba en ganar pasta con el ladrillo. Después de una década ruinosa para nuestra industria, a los astilleros llegó un soplo de esperanza con dos gaditanos, Vicente Fernández y Susana de Sarriá, al frente de la Sepi y Navantia, respectivamente. Fue como una señal, y aunque el primero fuera sustituido por el jerezano Bartolomé Lora, todo seguía quedando en casa. Al fin parecían equilibrarse las fuerzas frente al potentísimo lobby gallego, cuya presión ha llevado al Gobierno a plantearse un dique cubierto en directa competencia con el que ya existe en Puerto Real para los grandes buques. Pero llegó el reparto, y con las primeras cifras ya se vieron relegados los astilleros gaditanos frente a Ferrol y Cartagena en inversión y en plantilla. El paso dado ahora por el Gobierno con el BAM es importante, sí, pero no para tirar cohetes. Más interesante se antoja el acuerdo con Airbus para impulsar un plan aeronáutico que despeje el horizonte. De hecho, parece que al fin el Ejecutivo atiende a un sector tan estratégico, aunque los resultados no se verán hasta finales de año. El día que nuestra industria despegue y se impulsen inversiones tan capitales como la del Corredor Ferroviario de Algeciras, entonces nos tomaremos en serio al Gobierno. Por ahora, más bien irrita y, lo que es todavía mucho peor: encima aburre.

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