Cádiz pirata

Entre fiesta y fiesta, el Cádiz pirateado se esfuerza para mantener viva la ilusión de que todavía existe

Hoy, como ayer, Cádiz se hace pirata. Por inventar fiestas no quedará, así en verano como en invierno, pues no hace mal a nadie y sienta bien al comercio y la hostelería local. Todos los fines de semana verán algo en las calles. Hace siete días tuvimos una procesión del Vía Crucis magno con 16 pasos de la diócesis, y este sábado tendremos el Cádiz Pirata, que han organizado los comerciantes de Cádiz Centro y el Ayuntamiento. Si Ernest Hemingway escribió que París era una fiesta, Cádiz no es una fiesta, sino todas las fiestas, vamos de una a otra, como si estuviéramos de fiesta permanente. Por lo demás, esto del Cádiz Pirata tiene fundamento.

No me refiero a las gymkhanas que han organizado con tal motivo, ni a los descuentos en los comercios del centro para potenciar las rebajas, sino al pirateo en general. Cádiz es una ciudad pirateada desde tiempos remotos, según se sabe por su historia. En el nomenclátor local sobrevive el Callejón de los Piratas, igual que se mantiene el Callejón de los Negros. Son nombres bonitos, que a los ayuntamientos del siglo XXI no se les ocurren. Hoy no se le podría poner a un callejón el nombre de los Piratas, que sonaría a comparsa de Antonio Martínez Ares, y entonces habría que rotular otros nombres de comparsas, para compensar, del tipo Ángeles y demonios, Quince piedras, Los tribunos, Dioses del Olimpo, etcétera. El Callejón de los Negros ya salió en un coro de Julio Pardo y Kiko Zamora, con letras de Antonio Segura, pero hoy ya no se podría llamar así, sino que sería el Callejón de los Migrantes y Refugiados, o algo parecido.

Volviendo a los piratas (íbamos por ahí), el Cádiz Pirata está de plena actualidad, antes y después de Kichi. La ciudad ha sido pirateada en su antigua riqueza, en sus industrias, en sus monumentos, hasta en sus tradiciones. ¿Y el puerto? Es de lo más pirateado, por muchos cruceros que vengan. El pirateo puede que arreciara en el siglo XIX, cuando la ciudad se vino abajo después de su esplendor colonial y de las Cortes. Pero el pirateo continúa, y cada vez va quedando menos de ese Cádiz que fue "emporio del Orbe", según la mencionó el carmelita descalzo fray Gerónimo de la Concepción, en su obra publicada en Ámsterdam en 1690.

El saqueo ha sido doloroso, pero la ciudad todavía resiste con gallardía ante los piratas. Se ha levantado de mil batallas, si bien las huellas están ahí. El Castillo de San Sebastián, cerrado y abandonado, es un ejemplo. Entre fiesta y fiesta, el Cádiz pirateado se esfuerza para mantener viva la ilusión de que todavía existe. Aunque en los tiempos actuales sean demasiado visibles las cicatrices de tantos asaltos.

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