Una de las instituciones más plurales de la capital, por encima de las sedes de los partidos, El Terraza, acogió un animado debate este lunes tras la resaca electoral. El personal apenas se acordó de Rivera en Cádiz, ya descontado tras su centro perdido; ni de Iglesias, penando con los peores resultados de su historia; ni tampoco de Casado, impotente ante la fiesta de Vox. Ni siquiera se cebó con Sánchez, el pobre ya no duerme por las noches. Sí reparó en la habilidad de Vox para proclamar una cosa y hacer la contraria, con su afán por ofrecer alternativas a las mujeres que deciden abortar libremente; y sus golpes en el pecho de buen cristiano a la vez que señalan a los débiles, o su defensa a ultranza de una Constitución que cambiarían como un calcetín, de raíz.

Pero de lo que se habló en serio fue del éxito, aunque sea simbólico, de ¡Teruel existe! tras lograr un representante en el Congreso: "Tendríamos que hacer lo mismo en Cádiz, se iban a enterar...", se arrancó uno. "Pues aquí se presenta ¡Cádiz existe! y no lo votan ni los jerezanos...", reflexionó otro. "Y así nos va", terció un tercero. Cádiz también existe, pero el castigo que recibe desde no se sabe cuándo tiene doble delito. Porque, a diferencia Teruel, cuyos vecinos han dicho basta, para ver si por fin los dirigentes dejan de ejercer como si ciertas provincias no existieran, en el caso de Cádiz lo peor es que un buen puñado de diputados la conocen palmo a palmo al considerarla su paraíso particular. Los primeros en descubrirla fueron los últimos presidentes del Gobierno. Todos han peregrinado de Sanlúcar a Doñana: desde González a Sánchez, pasando por Aznar, Zapatero y hasta Rajoy, que se refugió aquí para superar la tormenta tras la dimisión de Cifuentes. González, con su vivienda en la capital, puso de moda el parque con sus celebradas estancias. Pero tanta belleza y hospitalidad gaditanas no impidieron que el AVE, que con tanto ahínco impulsó, se frenara justo en Sevilla. Tampoco Aznar, otro enamorado de nuestros atardeceres, plasmó su cariño a decir verdad. Y ni Zapatero corrigió el agravio, a pesar de ser otro incondicional de nuestros paisajes y nuestro pescaíto.

También son incontables los ex ministros y ministros que tienen aquí su segunda residencia, y ni por ésas se sumó Cádiz -siempre con las rentas más bajas, a la cola del paro- a la senda del crecimiento. Que a menudo le recuerden lo guapa que es para dejarla plantada es más doloroso a que la ignoren. Porque, a la postre, nuestros huéspedes de lujo no dejan ni propina tras pasarlo pipa ante la mejor de nuestras sonrisas. Qué menos que no se quedaran en la superficie y trataran de conocer también nuestras penurias. Porque de no ser así, y por decoro, ya puestos, podrían buscar otro patio de recreo y simular que no existimos, como con Teruel. El programa del partido turolense, básicamente, rechaza el desequilibrio generado por tantos gobiernos en muchas provincias, y está basado en las promesas incumplidas durante 20 años. También Cádiz está harta, el problema es que de los nueve diputados gaditanos, al contrario del conseguido por ¡Teruel existe!, ninguno hasta ahora ha roto la disciplina de voto que ha paralizado tantos proyectos como demanda esta provincia.

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