Conversación escuchada hace ya unos años en una habitación del hospital Puerta del Mar, en la que una mujer ingresada aleccionaba a su marido sobre cómo preparar la comida para los niños: "Hierve agua con sal, echa los macarrones y deja cocer unos 20 o 25 minutos; después los escurres y echas un chorreón de tomate frito...". Más allá de la evidente necesidad de sacar adelante el almuerzo en una situación familiar complicada, aunque Dios sabe cómo quedaron de apelmazados aquellos macarrones, se esconde la metáfora de una ciudad en la que es difícil que los proyectos queden en su punto, al dente. Aquí, o nos pasamos de cocción, como ese espléndido Valcárcel que se ha ido deteriorando con tantísima desidia, o le damos a las ideas un hervor rápido e inútil para que queden duras y sin futuro, como aquel fantástico hospital que ya solo existe en nuestra imaginación. Con lo bien que quedan las cosas en su punto.
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