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Buena Muerte y la Patrona

En Santo Domingo van a estar la Patrona de la ciudad y el Cristo que evoca la grandeza de otros tiempos

A veces pienso que en Cádiz no hay paladar artístico en las cuestiones religiosas, o sólo lo tiene una minoría. Esa sensibilidad se ha perdido o se ha vulgarizado, de manera que se equipara lo extraordinario con lo mediocre. Dicho sea, sin minimizar el afecto devocional de las imágenes. Eso a lo que me refiero se verá, por ejemplo, en el Vía Crucis Magno del 7 de julio, cuando saldrán imágenes de Cádiz excepcionales, como el Cristo de la Buena Muerte, Humildad y Paciencia, Columna o Dolores (a la altura de las mejores de España), junto a otras que no resisten una comparación artística. Pero no voy por ahí, sino por algo extraordinario que dentro de un mes se podrá ver: el Cristo de la Buena Muerte en Santo Domingo.

Las obras a realizar en San Agustín obligan a que el Cristo de la Buena Muerte permanezca más de tres meses fuera. Ha sido un acierto de fray Pascual Saturio que le abra las puertas de Santo Domingo, y aún más que lo sitúe en el altar mayor, junto a la Patrona de Cádiz, la Virgen del Rosario. Sólo por ese detalle, ya merece Santo Domingo ser centro de peregrinación durante el tiempo que dure. Ahí van a estar dos de las principales devociones de Cádiz: la Patrona de la ciudad y el Cristo que evoca la grandeza de otros tiempos.

Si nos limitamos a lo artístico, se podría replicar que no son imágenes del mismo nivel. Sin embargo, la Virgen del Rosario es un caso aparte por su singularidad. Entre las representaciones de la Patrona (cuyas imágenes fueron quemadas dos veces) quizás ésta sea la más lograda. José Manuel Rodríguez Fernández-Andes acertó a plasmar lo mejor de las anteriores. Se encuentra entre las más destacadas imágenes gaditanas del siglo XX. Pero lo más importante es que esta Virgen tallada en madera policromada aglutina y simboliza la devoción de muchas generaciones.

Lo mismo se puede afirmar del Cristo de la Buena Muerte. No es sólo una de las mejores tallas del Crucificado jamás realizadas (que en las últimas atribuciones se ha vinculado con Bernini o Algardi), sino que es el Cristo del Cádiz más señorial, el de la cofradía que impulsó Cayetano del Toro, el que anticipa la magia de quienes le encargan la partitura de Las Siete Palabras a Haydn para la Santa Cueva, el de la ciudad ilustre que perdimos, pero que con Él recuperamos.

Se reunirá la Virgen de los dominicos con el Cristo de los agustinos. Dos órdenes que siguen presentes en Cádiz, a pesar de los tiempos difíciles, y que mantienen su compromiso con la historia y la fe en la ciudad.

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