Salí de ver la película de Unamuno sobrecogida. Unamuno, siempre contradictorio pero fiel a sí mismo. Desengañado por la izquierda y por la derecha. Herido por la sinrazón de los españoles. Discutido en su dignidad y en aquel célebre discurso reelaborado que ahora muchos niegan que pronunciara tras el estremecedor "Viva la muerte" de Millán-Astray. Sea como fuere, piense cada cual lo que piense, tengamos la ideología que tengamos, da miedo porque, en las peores situaciones, los que quieren la paz son los que siempre pierden.

Que se lo cuenten a los catalanes de bien. Hay una brutalización progresiva, un afán de destrucción en nombre de una democracia y una libertad que al parecer sólo pueden disfrutar los cafres sin legitimación alguna. Asistimos a los incendios, a las algaradas, a las guerrillas de civiles cargados con piedras, extintores, bombonas y bolas de hierro; al pillaje de comercios. Vemos por los telediarios las calles de Barcelona destrozadas con el pavimento arrancado como en esas imágenes de tierras lejanas que nos cuentan los corresponsales de guerra. Se cuentan los heridos por cientos entre policías y terroristas. No damos crédito.

Quieren que odiemos Cataluña. Quieren que abandonemos a su suerte a la gente decente que simplemente quiere vivir en paz. Quieren avivar el resentimiento hacia España mediante la mentira y el miedo. Han dejado de hacer papeles porque en verdad nunca han creído ni en la política, ni en el diálogo. Han pasado a la acción. Se acabaron las tonterías. Se acabaron las declaraciones unilaterales y los paños calientes. Se han quitado el disfraz. Las revoluciones siempre han precisado violencia y radicalidad. Los independentistas son revolucionarios burgueses que ya han conseguido soliviantar a la gente y echarla a la calle para que le ganen por la fuerza lo que no son capaces de ganar por el convencimiento y la razón, que diría Unamuno.

Ahora empieza lo malo. Ni elecciones ni juicios. Han tomado la calle y quieren imponer sus ideas. España está atemorizada, pero nuestros políticos no han sido capaces ni de formar gobierno sabiendo la que se venía encima. Hay quien quiere echar leña al fuego y mandar el ejército a Cataluña. Hay quien quiere que se declare el estado de excepción. Hay quien ingenuamente espera que se calme lo que sólo puede ir a peor. Hay desamor entre los españoles y violencia. No hay sensatez ni respuesta. No hay solución, sólo tristeza.

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