Bolsas de agua

Frente a "si algo se tambalea, empújalo", prefiramos: "Cualquier cosa que se trastabilla, sostenla"

Todo lo que uno diga puede ser utilizado en su contra, incluso por sus hijos. Les conté que mis abuelos usaban una bolsa de agua caliente y que prepararla era un rito de cada noche. Eso les encantó.

Me vine arriba y les conté también la broma del castillo de Blandings. Dos pollos pera se apañaban una caña y ataban una aguja en la punta. Luego se colaban en los cuartos de los invitados y, con muchísimo tiento, daban un estocazo a la bolsa de agua caliente. Luego, salían sin ser notados. Algo más tarde, el invitado se despertaba y observaba con horror que… la cama esta mojada con un líquido caliente… muy sospechoso. ¡Se había hecho pipí! A su edad y, como en la peor de las pesadillas, estando invitado en una mansión de postín. Ya echaba la noche tratando de secar las sábanas. Pero en el desayuno, no decía ni mu. Es más: todos aseguraban haber pasado una noche espléndida.

Mi hijo se rio y mi hija se condolió, pero ambos pidieron a los Reyes sendas bolsas de agua caliente. Y ahora, ea, cada noche tengo que escribir este artículo, cubrir con un pañito al canario (que también han traído los Reyes) y, además, hervir el agua y echarla con mucho cuidado, pero quemándome, en las dichosas bolsitas.

¿Quién me mandaría recordar a mis abuelos, verdad? Sin embargo, es un pequeño gesto que hemos salvado. Contra el filósofo que aconsejaba: "Si algo se tambalea, empújalo", prefiero: "Cualquier cosa que se trastabilla, sostenla", ya sea pequeña o grande, frívola o sagrada. Chesterton había asegurado: "Si puedo pasar a la historia como el hombre que salvó de la extinción unas cuantas costumbres inglesas […] podré mirar a la cara a mis grandes antepasados, con reverencia, pero sin temor, cuando llegue a la última mansión de los reyes". No sé si los monarcas serán partidarios de las bolsas de agua caliente, pero a mis abuelos les hará gracia, y a mí me basta. Salven ustedes y conserven todo lo que puedan de sus usos y tradiciones. Nos van a calentar mucho en el futuro.

Jiménez Lozano leyó en Santa María de Arbás esta inscripción funeraria, hermosísima: "Luis Menéndez-Pidal Álvarez. Arquitecto. ¡Oh Dios, salva su alma de la perdición como él salvó esta iglesita de la ruina!". Y comentó: "Realmente es el epitafio con el que cada uno de nosotros podría soñar; que se pudiera escribir en él con verdad que hemos preservado de la muerte y ruina a alguien, a una brizna de belleza siquiera".

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