Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Bodas gaditanas

Ya nadie te invita a una boda, salvo la de los hijos de los amigos. Facebook es un delator de la vida social

Cuando uno empieza a entrar en la edad provecta en lugar de ir a bodas va uno a entierros y divorcios. Con la edad se adquiere la costumbre de empezar el Diario por el final : después de leer a Ignacio Casas se ven las esquelas por si conoces al difunto o a su familia. El caso es que ya nadie te invita a una boda, salvo la de los hijos de los amigos. Aún así Facebook es un delator de la vida social de los amigos imaginarios. Por ahí se aprecia cómo han cambiado las costumbres. La mayoría de las parejas se van a vivir juntas sin aspavientos y sin fiestas de ningún tipo. Tienen hijos, hacen vida en común, como si estuvieran casados pero , como se decía antes, amancebados aunque con el paso de los años ven la utilidad a formalizar el casamiento. Empiezan con unas peticiones de mano de lo más peliculeras: tíos que regalan un anillo arrodillados en algún lugar especial, con un fotógrafo que inmortaliza el momento para subirlo a Instagram y a Facebook. Aunque los novios lleven años viviendo juntos los que han elegido la liturgia católica tienen que ir a cursillos prematrimoniales donde, se supone, no les cuentan al cura de turno que viven en pecado. Despedidas de solteros y despedidas de solteras en los lugares más insospechados en medio de todo tipo de gansadas, también retransmitido, aunque sea en parte, por las redes sociales. Y luego una boda por todo lo alto, con la novia de blanco y el novio de chaqué. Antes solo se casaban de chaqué los pijos y los ricos (no siempre coinciden). Ahora se casa de chaqué todo el mundo: desde que Isi los alquila solo se los compran los pregoneros de la Semana Santa que van de pregón en pregón disfrazados de Groucho Marx. Las clases sociales se han igualado de tal forma que ahora el chaqué es como el que se pone un traje oscuro , hasta el punto que el que se quiere diferenciar le pide a los invitados que vayan con chistera, como el mamarracho que se llamaba torero a sí mismo: Francisco Chistera Ordóñez. El chaqué ya no es signo de distinción, es una prenda más.

En Cádiz no hay boda que no tenga carnaval. O se contrata a un grupo para que cante en la fiesta o se le paga a alguien para que cante en la misma puerta de la iglesia algún pasodoble muy sentido, lleno de ripios. También se da en las bodas las coreografías de todo tipo : los novios tienen que ensayar durante días para sincronizar los movimientos con los invitados que forman parte del elenco lírico-bailable. Podríamos decir que el carnaval se ha convertido en el hecho diferencial de las bodas gaditanas.

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