El ministro Ábalos, peso pesado socialista, ha dicho que hay que aceptar los votos de Bildu para los presupuestos como una "normalización democrática". El intento expreso del Gobierno de blanquear a Bildu ha enfadado a barones del PSOE como Page, Lambán o Fernández Vara y hasta Susana Díaz, a ella con cierto retraso. Por el contrario, al vicepresidente Iglesias no le causa el mismo desasosiego el pasado del grupo dirigido por Arnaldo Otegi. Lo demuestra su entusiasmo para que se sume a la "nueva dirección del Estado" el conglomerado político heredero de ETA. Eso, sin que Bildu haya condenado los crímenes de ETA, pedido perdón y suspendido sus homenajes a los presos.

Cada atentado de la banda terrorista vasca en los años 70, 80 y 90 fue un intento de derribar la democracia española. Los miles de muertos y heridos de la locura etarra son testigos de la resistencia del país contra ese asalto en los años de la transición, cuando España sufría un muerto cada tres días. Dos series de televisión lo recuerdan estos días. Una de ficción, Patria, sobre la novela de Aramburu en HBO, y el documental El desafío: ETA, de Amazon Prime Video.

Ayer en Navarra el presidente Sánchez no quiso pronunciarse. Pero Adriana Lastra, número dos de su partido, ha dicho estos días que Bildu es un partido democrático. Todos los votos son de la misma calidad y todos los representantes del pueblo son igualmente legítimos, dicen los socialistas. Pero ese argumento no vale para el bloque contrario. La izquierda y los independentistas demonizan a Vox. Ahí se diluye el principio de calidad y legitimidad. Resultan difíciles de digerir provocaciones de la extrema derecha populista española cuando sostiene, como ha reiterado Abascal en el Congreso, que los gobiernos de Franco fueron mejores que el presidido por Sánchez. Tanto la izquierda radical como la moderada usan términos como trifachito o foto de Colón para desprestigiar a quien acepte los votos de Vox. Hay que poner un cordón sanitario "como en Europa", sostienen. Pero Europa no gasta tanto en cordones. En demasiadas ocasiones partidos populistas y ultranacionalistas asimilables a Vox han participado en la dirección de estados en Hungría, Polonia, Italia, Austria, Noruega, Finlandia, Dinamarca, Países Bajos o Bélgica.

No sabemos si estamos ante un caso similar; al fin y al cabo Bildu es un partido ultranacionalista y populista, sólo que de izquierdas. O esto es coyuntural hasta que se aprueben los presupuestos. Después, Sánchez estará blindado para toda la legislatura e Iglesias y Bildu no serán indispensables.

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