Citaba días pasados el alcalde una copla de Los hombres del mar (1965) en la que decían que en Cádiz había problemas para aparcar, como prueba de que la polémica actual ha sido una constante. No hace falta ser un lince para comprobar las limitaciones de la ciudad para absorber coches. Digo más: el centro histórico jamás se pensó para el tráfico rodado. Por eso desde que Carlos Díaz empezó con el aparcamiento del Campo del Sur (a iniciativa, no se olvide, de los detallistas del Mercado), y siguió con San Antonio (donde se descubrieron restos romanos que no se conservaron), la política del Ayuntamiento ha consistido en promover el uso del vehículo privado frente al transporte público a pesar de las recomendaciones de todos los urbanistas que han estudiado la movilidad en el área de la Bahía. El transporte urbano apenas ha cambiado en décadas (a excepción de la línea 7) y el metropolitano solo ha tenido como novedad los catamaranes. La construcción del nuevo puente ha venido a incidir en la promoción del coche en los desplazamientos, a pesar de esa absurda plataforma que se dijo reservada para el tranvía a Puerto Real (que nunca se hará) y luego para los autobuses, aunque no caben. En los mandatos de Teófila Martínez se hicieron muchos aparcamientos subterráneos, a veces por EMASA y otras por la iniciativa privada. Llevamos décadas de impulso al uso del coche, de manera paralela a una mejora de las condiciones de vida que llevaron a un aumento de la motorización: familias que antes tenían un coche pasaron a tener dos y ahora que han crecido los niños tienen tres. La llegada del bienestar nos ha hecho comportarnos como nuevos ricos: queremos ir con el coche de punta a punta, de la puerta de casa a la de destino, para demostrar nuestro estatus. Cuando no lo conseguimos nos enfadamos: no hay nada que altere más al personal que el tráfico. Ahora hay una campaña contra el Equipo de Gobierno a cuenta de la presunta falta de aparcamientos que el PP, en un alarde de rigor, calcula "entre dos mil y cuatro mil" por culpa de la implantación de un carril bici que, no olvidemos, dejó proyectado el propio PP con dinero que la Junta de Andalucía había recibido de la Unión Europea. De aquí a nada nos llegarán directivas europeas para restringir el acceso a los centros de las ciudades y a vehículos contaminantes. Si nos ponernos carnavaleros recordemos el pasodoble de Corrusquillosgaditanos (1963): "Vienen de Chiclana y de otros pueblos hombres en bicicleta a trabajar". Que cunda el ejemplo.

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