La Biblia del Oso

Los libros y su lectura se han convertido en muchos casos en la mejor manera de ejercer una mínima justicia literaria

En días en que se reviven tantas tradiciones religiosas, debería imponerse también alguna costumbre que recordara el triste episodio de la condena a muerte, en 1559, de los monjes jerónimos del monasterio de San Isidoro del Campo, próximo a Sevilla. Y no habría mejor recordatorio que disponerse a leer la Biblia del Oso. Agotada la edición anterior de Alfaguara, esta misma editorial acaba de publicar una nueva, enriquecida, además, con un espléndido y sabio prólogo de Andreu Jaume. Disponerse a leerla supone, por parte de cada lector, un desagravio ante el oscurantismo de aquella época y, a su vez, un reconocimiento a la labor filológica realizada entre los muros de aquel monasterio. La mayor parte de sus monjes pagaron su atrevimiento con sus vidas tras un cruento Auto de Fe, pero un pequeño grupo pudo huir, entre ellos Casiodoro de Reina. Éste tras dura peregrinación por Europa, huyendo de los inquisidores, pudo dar fin, en 1579, en Basilea, a esta necesaria traducción de la Biblia. En ella, este monje, convertido en uno de los primeros españoles transterrados por "escribir lo no permitido", supo compaginar rigor al original con el uso de un castellano espléndido. Convendría, pues, pensar que tal vez la mejor manera de desagraviar a aquellos monjes quemados, perseguidos, sea leer esta maravillosa traducción, de nuevo disponible. La persecución de Casiodoro de Reina fue efecto terrible del odio al disidente, al que puedes eliminar impunemente porque para la Inquisición siempre contaba con pruebas justificativas. Quisieron reducirlo a silencio y olvido, pero, cinco siglos después, regresa, y con él sus compañeros ejecutados, todos, arrogantes entre las páginas de esta nueva edición de la Biblia del Oso (nombre que solo alude al sello de su primer editor). Pero también convendría recordar que al mantenimiento en la memoria colectiva de estos heterodoxos andaluces han contribuido Doris Moreno, con una biografía muy bien documentada de Casiodoro de Reina (Centro de Estudios Andaluces) y Eva Díaz con Memoria de cenizas, novela histórica (en el mejor sentido que debe exigirse a tal calificación) en la que recuperó aquellos sucesos con tal esmero y verosimilitud que constituye, quince años después, la mejor manera de adentrarse en la vida, interior y exterior, de San Isidoro del Campo. Una nueva reedición (en El Paseo) ha colocado esta novela en los escaparates. Quizás, los libros y su lectura se hayan convertido, pues, en la mejor manera de desagraviar y ejercer una mínima justicia literaria.

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