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Beneficios de un préstamo

El calor de estas polémicas ha crecido porque las discusiones no se han planteado en el rancio terreno de las esencias patrias

Los españoles afrancesados que todavía piensan que José Bonaparte debió quedarse, en 1812, como de rey de España, han tenido estos días nueva justificación para su nostalgia. La tolerancia de la mayoría de los partidos políticos franceses ha dado otra lección de respeto a las tradiciones locales que cuentan con serio apoyo. Las corridas de toros se mantendrán, pues, en las plazas del sur. El único diputado que había convertido su propuesta de abolición en una exaltada cuestión animalista, ha acabado retirándola el pasado día 24, tras haber sido ya previamente rechazada antes en la comisión de leyes de la Asamblea francesa. Los partidos habían dado libertad de voto, y numerosos diputados, incluidos comunistas y miembros de La Francia Insumisa han preferido no apoyar una medida prohibicionista de este tipo. Un logro, por tanto, que debería animar al aletargado mundo taurino español, que conserva así, en otro país europeo, un espacio ejemplar por su forma de organizar y defender las corridas de toros. Con una juventud entregada, conocedora y con sabios criterios. Actitud y afición desaparecida ya, desde hace décadas en España. Lo cual provoca una singular reflexión: el préstamo cultural que, desde España, hace más de un siglo se realizó a esas comarcas francesas, retorna ahora acompañado de unos sólidos beneficios intelectuales. Unos réditos proporcionados por entendidos franceses que no han dudado en hacer propia una cultura ajena si ésta encajaba con su carácter y les satisfacía. Unos aficionados dispuestos, además, a dar la cara ante Europa porque no se sienten acomplejados por recoger con entusiasmo el testigo de la fiesta y compartir aquella que fue (pero ya no es) una gran pasión española. El diario Le Monde ha calificado de "electrizante" esta ajetreada semana, repleta de debates políticos motivados por una cuestión minoritaria, ya que solo atañe a unas comarcas de apenas 300.000 habitantes. Y el calor de estas polémicas ha crecido tanto porque las discusiones no se han planteado en el rancio terreno de esencias patrias, sino en el nivel de que cada lugar puede practicar las diversiones arraigadas que desee conservar. Han prevalecido, pues, los partidarios de los gritos espontáneos coreados por los manifestantes del pasado día 19 en Nimes: "Es la libertad de pensar lo que está en juego", "Déjame vivir mis pasiones" y "Si me quitas la corrida, me quitas la vida". En su recorrido por Andalucía, hace dos siglos, al visitar un pueblo, cada vez que resultaba posible, José Bonaparte organizaba una corrida: sus herederos, pasados dos siglos, han recordado su viejo ejemplo y han salvado la vida de la tauromaquia.

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