Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Beatus ille

Queremos pertenecer a esa España andariega, entre estoica y esperanzada, en la que ya milita Julio Martínez

Por mediación de una mano amiga -la misma que otras veces nos trae de Castilla la Vieja perdices y codornices escabechadas- nos llega a la redacción El paseo de los domingos (Fuente de la Fama), obra del escritor y editor Julio Martínez. El libro viene dedicado con unas lacónicas y amables palabras que son ya de por sí un manifiesto de sobriedad vallisoletana, lejos de las silvas y exuberancias de nuestro barroco andaluz. Apenas conocemos al autor. Tenemos un amigo en común y una noche compartimos mesa y mantel tras un acto en el que hablamos de animales y literatura. Pero la historia cultural de Occidente no existiría sin este denso tráfico de correspondencia y libros entre desconocidos que, sin embargo, se sienten conciudadanos de esa ínsula que Cervantes bautizó como Barataria; Tomás Moro, Utopía; Homero, Ítaca; y los cartógrafos medievales, San Brandán.

El volumen, editado con elegancia verjurada, es una balsa de tranquilidad para los que vivimos en el remolino de la actualidad. Su lectura a última hora del día nos recuerda que es posible una vida en la que se ignore el mundo mediático y sus pompas, una existencia en la que la contemplación y la celebración del paisaje más elemental -el cielo, la yema de un peral, un camino de domingueros, un árbol desnudo colonizado por los grajos...- sustituya la dura batalla de los dimes y diretes del periodismo y sus protagonistas. En este oficio es importante no olvidar que trabajamos con humo y, por tanto, nos tomamos El paseo de los domingos como una suerte de ejercicios espirituales, de catarsis mental. Pasar sus páginas es también un encuentro con la estirpe de Delibes, con el amor a la naturaleza y a las palabras, con un inesperado y sutil dandismo carpetovetónico, con esa parte de castellano que todo andaluz lleva dentro. Castilla la Novísima, llamaron a estas tierras las huestes cristianas que atravesaron Sierra Morena en busca del fértil valle del Guadalquivir. Hoy, leyendo a Julio Martínez, es más novísima que nunca.

El paseo de los domingos viene a confirmar, además, una tendencia que desde hace tiempo se observa en un grupo involuntario de autores españoles de diferentes procedencias y edades: la revalorización del paisaje hispano -en este caso el de la frontera entre el campo y la ciudad-, un volver a calzarse las botas, una reedición de nuestro 98, pero desprovisto de sus excesos e ingenuidades. Queremos pertenecer a esa España andariega, entre literata y naturalista, estoica y esperanzada a la vez, en la que ya milita Julio Martínez. Por eso hacemos hoy esta parada en nuestras habituales notas al pie del endémico galimatías nacional. Beatus ille.

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