La hache intercalada

Pilar Paz / Pasamar

Basuras

Si no fuese por aquellos que invalidan cualquier labor municipal de limpieza y tiran piedras a su propio tejado, consideraría el entorno y comunidad como un espacio y una relación privilegiada, de esas que deberían figurar en la nómina de aquella poética del espacio, según el pensamiento filosófico de Bachelar. Ni nuevo, sino renovado, ni viejo, pero con un silencio antiguo impresionante, este amable rincón no se libra de que en él esparzan la ración diaria de basura. Pero no es solo en éste ámbito donde salpica la suciedad que sueltan los desaprensivos e impunes transgresores, sino la que recogen nuestros sentidos a través de la dialéctica, la malsonancia y el farfulleo mas enervante que el peor de los estruendos, y no vengan a decirme que son escrúpulos o manías si declaro que asciende el estómago a la boca cuando los pies tropiezan con excrementos de animales- y a veces, humanos-, cartones pringosos de pizzas cenadas al relente, cascos y latas, o nos vemos rodeados de cabecitas decapitadas de gusanos que asoman entre la arena y alrededor de nuestra sombrilla a falta de ceniceros. No eres ni anglófilo ni germanófilo, opino, si evocas las plazas de la catedral de Colonia o la de Trafalgar Square donde nadie de los miles y miles de visitantes dejan caer un papel o colilla al suelo, ni purista, ni ansiosa del mas riguroso orden por sistema, sino aquella que no le tuerce el destino a lo que debe tener su fin en un vertedero o papelera.. Pero existe otra basura además, bien calificada en su género y de la que casi todo el mundo niega el conocimiento virtual, mientras el morbo induce a echar de vez en cuando una mirada, o muchas horas, dado el alto número de audiencia que genera Me refiero a esa especie de carpa, o tribuna de ferial antiguo. Lo monstruoso- en este caso,y como mínimo, incongruente y de dudoso humor- siempre ha resultado ser atrayente para el público y cuando no existían los medios de T.V., la gente contemplaba a la mujer barbuda o al hombre-elefante, mucho menos agresivos verbalmente en su pasiva exposición. De todas formas, cada uno gaste su tiempo como pueda o quiera, pero mi opinión conlleva una especial recomendación en fechas cada vez mas cercanas a las del Bicentenario que hemos de preparar entre todos, atendiendo a la pulcritud de nuestro espacio cotidiano, en primer lugar, para conseguir que nuestra ciudad se muestre con la apariencia de cuenco de plata.

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