Tribuna libre

joaquín Rábago

Basura en el espigón

EL otro día, al atardecer, me acerqué con un visitante extranjero amigo a la playa de La Puntilla y decidimos juntos dar un paseo hasta el final del espigón para desde allí ver Cádiz y su nuevo puente sobre la Bahía. A lo largo de todo el recorrido y a pesar de un cartel a la entrada del espigón que, en grandes letras, instaba a la gente a no dejar allí basura no dejamos de ver todo tipo de inmundicias: recipientes de plástico con restos de comida, latas de cerveza o de refrescos varios, bolsas de plástico, botellas vacías, sombrillas rotas, todo ello amontonado junto a las enormes piedras que protegen del embate del oleaje.

Los únicos que parecían regocijarse con todo ello eran los numerosos gatos que allí viven y que se aprovechan diariamente de esos restos, así como de lo que dejan los pescadores que echan allí sus cañas.

La sensación estética que nos proporcionó la vista de la bahía y la ciudad lejana quedó empañada por la desagradable visión de tanta inmundicia y la impresión de incivismo de unas gentes a las que no parece preocupar nada lo público. Sentí auténtica vergüenza ante mi amigo, quien me explicó que en el lugar donde vive, sería imposible tan desagradable espectáculo. Uno se pregunta a veces, no sólo cuando recorre el espigón, sino también algunas calles del centro de El Puerto si una ciudad que aspira a atraer un tipo de turismo interesado por la historia y la cultura de esta ciudad y no sólo en llenarse el estómago puede permitirse tamaña dejadez.

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