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Rafael / Sánchez Saus

Barbas finlandesas

EN tiempos no tan remotos de socialismo y rosas, al señor Chaves le dio por señalar a Finlandia como modelo de lo que Andalucía llegaría a ser gracias a su benéfico gobierno. Finlandia, un país lleno de lagos y de luteranos, se parece bien poco a Andalucía, pero aquello sonaba como un Nokia recién comprado en los oídos de un pueblo que siempre quiere parecerse a los otros en lo que no debiera y, sin embargo, se encastilla en lo que más le perjudica. El socialismo, sin ir más lejos.

Las encuestas señalan todavía un 35 por ciento de voto socioandaluz, pero en Finlandia acaba de elegirse a un presidente conservador, Sauli Ninistö, con el respaldo de más del 60 por ciento del electorado. Lo notable no es sólo esto en un país regido durante décadas por los socialistas, sino que su candidato no pasó de la primera vuelta y del 7 por ciento de los votos. Su sitio y su gente se los ha quedado un ecologista que no ha ocultado su condición añadida de homosexual, Pekka Haavisto, quien ha hecho campaña junto a su amigo ecuatoriano. El socialismo finés, entregado como en todas partes a la moda letal de la ideología de género y del ecologismo montaraz, ha comprobado demasiado tarde que el progre educado en esos principios prefiere, también allí, el original a la copia. La lección debería calar, pero no nos hagamos muchas ilusiones. El reciente congreso del PSOE, en el que dos venturosos millonarios se disputaron el liderazgo del imaginario partido de los descamisados, ha dejado bastante claro que la defensa de los débiles no forma ya parte del código genético del socialista, sustituida por el ansia de revisar concordatos y hacer pagar el IBI a los arciprestes. Pero si el socialismo no recupera de algún modo su fondo humanista de raíz cristiana y sigue perdido entre los escombros de la posmodernidad, abducido por todo lo que un día fue la quimera relativista de ZP, el final estará cantado, en Finlandia, aquí y en todas partes.

Posmoderno a su pesar, el PSOE, cuando gobierna, impone a los demás lo que no quiere para sí, y así nos va a nosotros y a sus bases. La elección de Rubalcaba, varón caucásico, maduro, hetero, acaudalado, feo, casado y antiguo alumno del elitista colegio del Pilar, demuestra que los socialistas no son tan locos como a veces parecen. Si este señor se dejara de maldades y se atreviera a proponer lo que probablemente piensa de España, de la vida, de la perspectiva de género y del PSC, aún habría socialismo para rato en Andalucía. Pero usted, lector, el señor Arenas y yo sabemos que eso no sucederá.

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