Columna de humo

José Manuel / Benítez Ariza

Los nuestros

MIRO a ese hombrecillo que, sonriendo a la cámara, acaba de explicar cómo "los nuestros" derrotaron a las fuerzas napoleónicas en Bailén. Es un hombre achaparradito, bonachón; no lo imagina uno calando la bayoneta y arremetiendo contra un coracero francés; ni muy convencido, tampoco, de que la causa antinapoleónica fuera la justa: hay algo en sus ademanes, en lo melifluo de su discurso, que más bien lo sitúa en el otro bando: no por "afrancesado", sino por lo que estos temperamentos suelen tener de eternos partidarios del poder constituido. De ahí lo sorprendente de ese "nuestros" que le sale con tanta naturalidad. Para eso están los aniversarios: para reafirmarnos en la certeza de que, si hubiésemos estado allí, en la confusión de los hechos, no hubiésemos dudado ni un segundo en abrazar la causa justa. Aunque haya sobrados testimonios de que muchos hombres lúcidos y honrados eligieron de buena fe la contraria.

El caso es que "los nuestros", como dice este simpático profesor, ganaron aquella guerra, la que comenzó el dos de mayo de 1808. Mayo viene pródigo en celebraciones este año. Se cumple también el cuarenta aniversario del llamado "mayo francés", y tampoco faltan quienes cuentan cómo "los nuestros" -en este caso, por proximidad temporal, ellos mismos- jugaron un papel relevante en esas fechas. Y cualquiera los contradice. Oigo a un airado comentarista afirmar que, de no haber sucedido aquellos hechos, el actual presidente francés, decidido partidario de liquidar la herencia ideológica de los mismos, no hubiera podido divorciarse en pleno mandato y casarse con la modelo Carla Bruni… Lo que, aparte de convertir al mismísimo Enrique VIII en hijo de mayo del 68, tiende a pasar por alto que la liberalización de costumbres que ha conocido Europa en las últimas décadas no se debe tanto a las algaradas del mayo francés, como a la cultura lúdica y epicúrea nacida a la sombra del rock'n'roll.

Pero, en fin, cada uno es libre de fijar sus referentes donde quiera. Y a mí lo que me preocupa de esta proliferación de aniversarios es la sospecha de que todos vienen cargados de dobles intenciones. De que quienes insisten en recordarnos, un año más, la importancia del mayo francés no pretenden otra cosa que presumir de pedigrí progresista; y que quienes se llenan ahora la boca con el presunto "despertar" de la nación española en 1808 no buscan sino contraponer un renacido nacionalismo español a los recalcitrantes nacionalismos separatistas. Y lo peor es que unos y otros se equivocan. Haber sido maoísta en 1968, pongo por caso, no parece ser garantía de pedigrí democrático. Y sacar a relucir el Sitio de Zaragoza no parece tampoco un argumento de peso contra los partidarios de poner fronteras en el Ebro. Pero para eso están los aniversarios, para que cada uno celebre lo que quiera. Qué lata.

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