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Si usted es votante de izquierdas, esta columna no le incumbe demasiado. Pero si no lo es, habrá recibido, como yo, un misterioso Whatsapp que le solicita su colaboración para evitar que el PSOE obtenga la mayoría absoluta en el Senado. En esencia, el mensaje pide a los afines a este sector ideológico que los tres votos que le corresponden a cada elector en el proceso de configuración de la Cámara Alta se repartan equitativamente entre PP, Ciudadanos y Vox.

Con obvia mala fe, esa fórmula salvadora persigue justamente el efecto contrario. La dispersión del voto produce, mucho más en el Senado que en el Congreso, la victoria segura del partido más votado. Para desenmascarar la trampa, basta con tener una mínima noción de nuestras normas electorales. Habitualmente los españoles suelen marcar los tres primeros nombres en la papeleta del Senado que corresponde al partido que han decidido apoyar para el Congreso. Así, la formación que más votos recibe suele adjudicarse tres senadores y la segunda el restante. Si se siguieran las instrucciones del bulo difundido, el PSOE ganaría presumiblemente en la mayoría de las provincias esos tres escaños y las siglas de las llamadas tres derechas que sumara más sufragios, el cuarto. Pura matemática de primero de Primaria.

Y es que, además, tal mayoría no es baladí: cuestiones como la aplicación del art. 155, la reforma del CGPJ, el proceso de aprobación de los presupuestos del Estado o la propia reforma de la Constitución dependen, en mayor o menor grado, de la Cámara Alta. Es cierto que no todos los senadores se eligen este domingo: de los 266, 208; los otros 58 serán designados por los parlamentos autonómicos. Pero no lo es menos que el grueso de la Cámara, decisivo o casi, sale hoy de las urnas.

Expertos reconocidos, como Narciso Michavila, avisan del engaño: "Si se cumple la lógica -dice-, los tres partidos [del centroderecha] lograrían un empate técnico que no serviría para desbancar al PSOE".

Mi consejo es mucho más simple: vote usted para el Senado a los candidatos elegibles, de derechas o de izquierdas, según sus ideas, que crea que mejor representan sus intereses. Sólo de este modo hay alguna posibilidad de mantener la confrontación a salvo de intoxicaciones. Lo demás son burdas mentiras. Bueno, hágalo si de verdad le inquieta el resultado. Si no, haga -pero conociendo las consecuencias reales de su voluntad- lo que libérrimamente le venga en gana.

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