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Desde el fénix

José Ramón Del Río

Aznar en el congreso

DESDE aquella Alianza Popular de los siete magníficos hasta hoy, el partido PP ha ido obteniendo en cada elección mayor número de votos. La razón de ello está, sin duda, en que la compostura y el programa electoral se han ido centrando para acomodarse a las ideas de una nueva sociedad, que ya no es la de los años setenta del siglo pasado. Los partidos se constituyen para servir a la sociedad y no es ésta la que tiene que acomodarse a idearios que, como los "principios fundamentales del Movimiento Nacional" se definían "permanentes e inalterables", como sí estuvieran esculpidos en la piedra de unas nuevas tablas de la ley.

Antes del congreso del PP, mientras que los enterados repetían en privado una y otra vez "con Rajoy no se gana", oficialmente se le cuestionaba por un corrimiento hacia el centro y el olvido del ideario del partido. María San Gil, Esperanza Aguirre y otros menos importantes se encargaron de los fuegos artificiales, pero la jefatura de la mascletá que se preparaba para el congreso valenciano estaba reservada a José María Aznar que, como hizo Fraga en su tiempo, se proponía volver para "poner orden", rectificando el nombramiento de sucesor que había hecho a Rajoy. Así lo escribí hace algunos jueves y hasta admitía apuestas. Formalmente las he perdido, pero nadie me reclama, porque el congreso y la actuación en él de Aznar demuestra que si no actuó como pretendía es porque las muestras de apoyo recibidas por Rajoy de Andalucía, Comunidad Valenciana, Murcia y Galicia demostraban con quién estaba el partido.

Aznar tiene el gran mérito de haber hecho gobernar al PP dos legislaturas, una con mayoría absoluta, pero también tiene gran parte de la culpa de que se perdieran las siguientes elecciones. Meternos en la guerra de Iraq, contra el parecer de casi todos, y consentir que su ministro de Interior atribuyera día tras día el atentado del 11-M a ETA, cuando desde el día siguiente hasta en provincias sabíamos que no era así fueron sus aportaciones. Ahora, en el reciente congreso, llegando hora y media tarde, e interrumpiéndolo; saludando a Rajoy sin mirarle a la cara; produciendo un discurso lleno de reproches y ofreciéndole un "apoyo responsable", que no es más que una tregua, porque le anuncia su vigilancia, ha completado su actuación y demostrado sus intenciones. Personalmente me parece muy bien que Rajoy se haya desembarazado, aunque sea con retraso de la tutela o "tu tía" de Aznar y que la política de un partido no la dicte el director de un periódico o un energúmeno (persona poseída por el demonio, según el diccionario de la Real Academia) al que, equivocadamente, se le confía un micrófono para su propio interés.

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