Si algún día no tengo sobre qué escribir en esta columna recurriré al horóscopo, pero hoy no quiero gastar la idea. Les haré una predicción disparatada que es lo que siempre he querido leer cuando me he asomado a mi signo zodiacal, quedarme cavilando sin saber si voy a ser capaz o no de cambiar el rumbo de mi vida esquivando el movimiento caprichoso de los cuerpos celestes. Una pitonisa que sólo adivine obviedades no tiene el menor interés. Tampoco me gustan los que dicen cosas tan abstractas y genéricas que lo mismo le sirven a Joaquín Sabina que al presidente de la conferencia episcopal. Quiero un horóscopo en definitiva que te cambie la vida precisamente porque ya está escrita en el curso y posición de los astros y no puede cambiarse. Menuda contradicción. Por darle un toque erudito a este artículo diré que el horóscopo no siempre es una frivolidad, la novela Bomarzo empieza con la carta astral de Orsini a quien si no recuerdo mal se le augura la inmortalidad.

Astróloga, pitonisa y vendedora de lotería, pondría a mucho orgullo debajo de mi nombre en las tarjetas de visitas. Una vocación platónica que tiene mucho sentido y muy poca vergüenza porque son tres maneras de ganarse la vida con el azar o a su costa, a base de labia y una literatura precisa de posiciones planetarias, casas astrológicas, ascendentes y mucho morro por qué no decirlo. Si encima les confieso que yo soy profundamente insegura, que no creo en la suerte y que tiendo a la duda, reconocerán que tiene mucho mérito colgar la toga para echar la suerte si es que eso puede hacerse por mucho desparpajo que una finja.

El caso es que ahora que la filosofía ha vuelto a las aulas, que nuestro presidente del gobierno es una pura duda por no llamarle contradicción misma y que hasta el Tribunal Supremo sufre tribulaciones después de dictar sus sentencias y se ve obligado a reunirse en pleno por no sé qué reparos, para no contradecirse ni vacilar, que es algo que queda muy mal en quien tiene que administrar justicia; no me digan que dedicarse al azar, la predicción y la suerte no tiene futuro. Para que no me llamen oportunista, y a modo de ejemplo les diré que lo de Cataluña no tiene arreglo y no queda otra que acostumbrarse a ese ruido de fondo, que el Tribunal Supremo va a decir que los gastos hipotecarios son del banco, pero sin ir más allá de cuatro años atrás y que lo bancos lo seguirán cobrando bajo otro concepto. Qué quieren, obviedades.

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